El Consejo de Gobierno celebrado en Porrúa (Llanes) ha dado pie al presidente, Adrián Barbón, para comentar los cambios habidos en la estructura del Ejecutivo regional. Voy a obviar las modificaciones en las direcciones generales, porque si ya el organigrama es engorroso, describirlo sin pizarra y puntero resulta indigerible. Vamos a lo esencial y al comentario del presidente del Gobierno asturiano, con el que quiso sintetizar el sentido del cambio.
Como ya es sabido, Nieves Roqueñí abandonó el Gobierno para presidir la Autoridad Portuaria de Gijón (vaya momento para llegar a El Musel: dimite inopinadamente el anterior presidente, cesan al director general, se plantea una auditoría y una nube negra, gigantesca, de 116.000 toneladas de carbón, voló por los aires sin que ningún responsable portuario alcanzara a verla; esto último, por supuesto, no tiene nada que ver con los cambios). La sustitución de Roqueñí en la Consejería de Transición Ecológica, Industria y Comercio por Belarmina Díaz, ha sido acompañada con la supresión de la Viceconsejería de Industria y la creación de la Viceconsejería de Medio Ambiente.
Hace ya muchos años que la industria cotiza a la baja en los organigramas de los gobiernos en España. Unas veces la quieren reemplazar por I+D, como si la industria no conllevará ya I+D, otras, se subsume en Energía, Empresas y Empleo, o en Economía y Comercio, para terminar por hacerse invisible, como ocurre en varios gobiernos regionales. Barbón justificó el borrado de la Viceconsejería de Industria diciendo que Belarmina Díaz tiene «un perfil muy industrial». En realidad, es tan industrial como Roqueñí: las dos son doctoras en Ingeniería de Minas; es decir, su cualificación académica es en energía, no en industria. Belarmina se especializó en energía y combustibles. Ambas trabajaban de profesoras universitarias hasta que fueron llamadas a gobernar.
El cambio de una viceconsejería por otra refleja una realidad conocida por todos: en Asturias (y en España) el medio ambiente es un objetivo prioritario y la industria es un sector en decadencia. Adrián Barbón dijo que el objetivo es «avanzar hacia un desarrollo industrial plenamente compatible con la conservación del medio ambiente». Todo un desiderátum. La realidad diaria muestra que la industria es blanco de prohibiciones. Invertir en industria significa prepararse para saltar una cadena de obstáculos, con la burocracia poniendo piedras en el camino. Los verbos del poder: impedir, vigilar, acotar y regular.