La semana ha estado marcada por dos asuntos de tributos, uno de carácter regional y otro de dimensión nacional. En los dos ha intervenido el consejero de Hacienda, Justicia y Asuntos Europeos, Guillermo Peláez. Hablemos del primero.
El consejero anunció que tiene lista la reforma fiscal asturiana que espera remitir este mismo mes al Parlamento. La idea de retocar los impuestos no partió del presidente del Gobierno ni del consejero de Hacienda, sino del socio minoritario del Ejecutivo, IU-Convocatoria por Asturies. Es bien sabido que tanto IU, como los pequeños grupos que orbitan en su espacio de influencia, consideran que todos los momentos son buenos para subir los impuestos a los ricos. No lo piden para recaudar más dinero y financiar más proyectos, sino como seña de identidad de la izquierda auténtica, como emblema ideológico, como bandera de progreso que de tanto agitarla esperan que atraiga a más electores.
Pulsión
El PSOE tiene más controlada la pulsión fiscal, aunque a ratos, colonizado por el ‘sanchismo’, la saca a relucir. El acuerdo entre los dos socios no fue difícil porque ambos coincidían que la reforma fiscal debería ser una mera apariencia, un eslogan, sin que estuviera respaldado por un cambio real en los tipos fiscales. Pues bien, pese a ser una reforma simulada, tiene elementos que ilustran cómo opera el Gobierno asturiano a la hora de aliñar una ensalada con los impuestos.
Aunque escribí más arriba que para la izquierda, en general, todos los momentos son buenos para subir los impuestos a los ricos, lo cierto es que la izquierda asturiana es campeona gravando a los pobres. No le ha temblado el pulso gobernar la región durante largos años con los tipos fiscales más altos de España para los ciudadanos con unos ingresos inferiores a los 12.450 euros.
Asturias y Cataluña encabezaban la lista de los impuestos más altos a los desfavorecidos, hasta que Salvador Illa rebajó la presión fiscal. Un inciso: Cataluña fue la región más favorecida con la quita de deuda autonómica, gracias a Marías Jesús Montero que premió sus impuestos altos; una vez recibida la subvención de Montero, Illa aflojó la presión fiscal. Conclusión: el Principado quedó solo en cabeza y se apresuró a imitar a los catalanes, bajando el gravamen del 10% al 9%. Ese fue la razón por la que los socialistas se avinieron a retocar los impuestos.
Mínimo
Del resto de la reforma apenas hay medidas reseñables. El Principado destacó que los ciudadanos con ingresos superiores a los 175.000 euros verán incrementado su gravamen. El aumento es mínimo. En el borrador de la reforma se dice que está diseñada para aliviar la carga tributaria a las rentas medias y bajas, y subirla a las rentas altas. Pura literatura. Los que ganan menos de 35.000 euros pagarán 119 euros menos. Con ingresos entre 35.000 y 40.000 el alivio es de 102 euros. La mejora es sólo de 36 euros para los que tienen unos ingresos entre los 45.000 y 50.000 euros. A partir de ahí se empieza a pagar más, pero hay que superar los 200.000 euros de ingresos para que en el IRPF haya que abonar 118,4 euros más que ahora. En definitiva, todo sigue como estaba. Las diferencias son mínimas y es un exceso retórico hablar de mejoras para las clases menesterosas y trato más exigente para los acaudalados.
Entre las pullas a los ricos está un nuevo recargo del 15% en el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados para los grandes tenedores de viviendas cuando compren un nuevo inmueble. La medida es una concesión a IU-Convocatoria por Asturias que tiene una especial ojeriza hacia los que agrandan su patrimonio con casas, pisos y garajes. El recargo no tendrá influencia en la recaudación fiscal porque solo se espera obtener medio millón de euros con la tasa. Lo dicho, lo importante es aparentar.
Vía asturiana
El presidente Barbón está empeñado en hacer titulares con la llamada vía fiscal asturiana. Cuenta con el entusiasmo de Guillermo Peláez en la tarea. La citada vía consiste en subvencionar determinadas actividades, situaciones, estratos sociales o impulsos vitales. Todo ello ideado en clave de deducciones en el IRPF. Las subvenciones tienen un papel en la política y las deducciones en la dieta fiscal, pero no es factible definir un modelo fiscal con esos elementos. En los dos últimos ejercicios, el Consejo General de Economistas de España mostró un gran escepticismo sobre los resultados de la vía fiscal asturiana, ya que la desconoce gran parte de los potenciales beneficiarios y tiene unos objetivos demasiado concretos. Ejemplo: deducción en el IRPF de mil euros para cada hijo de una familia donde un progenitor murió por accidente laboral.
En 2023, el protagonista de la vía fiscal asturiana fueron las familias con dos hijos al convertirlas en familia numerosa. En 2024, el motor de la vía fiscal fueron los jóvenes hasta 35 años que tenían derecho a una deducción en el IRPF de 3.000 euros por «gastos vitales». Peláez decía que se trataba de una deducción pionera en España. No me extraña.
Con los altos impuestos pagados por los desfavorecidos durante estos años se acumuló dinero para ofrecer subvenciones (deducciones) a los jóvenes que carecen de recursos para sus gastos.
Está pendiente una reforma fiscal seria, que revise determinados tipos impositivos (Impuesto de Sucesiones y Donaciones), favorezca la actividad económica y simplifique los procedimientos. Hasta ahora solo hubo continuismo.