La Feria Internacional de Muestras de Asturias (Fidma), como todo gran acontecimiento con solera, tiene un código protocolario que se repite año tras año, muy visible en la jornada inaugural, con las pieles bruñidas de las personalidades y un público que está lejos de confundirse con la grada del ‘Hormiguero’, pero sin llegar a ser tan escogido como para tener entrada de palco en el ‘Grand National’.
Más allá de las formalidades, la Fidma reúne un conjunto de características que van desde el componte comercial, su esencia, hasta la dimensión política. A eso voy. Por la Fidma han pasado políticos de todas las razas y credos. Me parece un acierto, porque un acontecimiento económico de esas dimensiones siempre tiene una arista que limita con la política. En consecuencia, no se la puede obviar.
Durante muchos años, la política estuvo presente en la jornada inaugural. Según quien gobernase en la nación, la región y el ayuntamiento, había presencia de ministro. Luego, llegaba el plato fuerte de los discursos, con intervenciones controvertidas, susceptibles de réplicas que el protocolo no contemplaba. Dos ejemplos.
Choque
Gobernando Aznar, acudió en una ocasión a la Fidma el ministro de Economía, Rodrigo Rato. Álvarez Areces presidía el Principado. El político del barrio de la Arena arremetió contra las actuaciones de Gobierno de España. Estuvo especialmente incisivo con el plan de privatización de las plantas siderúrgicas. Cuando salió Rato a hablar, guardó las cuartillas que llevaba en el bolso de la chaqueta, e improvisó con la misma animosidad.
Segundo ejemplo. Feria de Muestras de 2011. A los dos meses de haber ganado las elecciones autonómicas, Cascos participó en la ceremonia de inauguración. Cascos nunca improvisaba, por eso leía todos sus discursos. En esa ocasión, llevaba una bomba preparada para arrojarla en el medio de un párrafo: el Gobierno de unidad de la izquierda (PSOE-IU) había dejado sin contabilizar facturas por valor de 211 millones de euros. Se estaba acumulando deuda no reconocida oficialmente.
Con estos ejemplos quiero recordar que hubo un tiempo en que la inauguración de la Fidma era una ceremonia viva. Bajo las pieles bruñidas, los vestidos de señora recién descolgados de la percha del escaparate (tan largos como los de este año) y los trajes de lino para hombres hiperventilados, se decían cosas serias, reales, importantes.
Banalidades
Me vino el recuerdo de aquellas jornadas inaugurales al ver a Jordi Hereu, en su día alcalde de Barcelona, y ahora ministro de Industria y Turismo, dirigirse al público en la apertura de la 68º Feria Internacional de Muestras de Asturias. Imposible más lisonjas y frases banales. Para evitar equívocos, para que nadie creyese que venía a cantarnos las verdades, en seguida puso al Principado como ejemplo «de lo que ahora se necesita». A continuación, afirmó que «Asturias es un modelo de transformación y éxito». Por eso en los veinticinco años que van de 1995 a 2019 el crecimiento medio del PIB asturiano fue del 1,2% anual, mientras la media del PIB en el conjunto de España creció el 3,2%.
Se refirió a nuestra región como un gran espacio de oportunidades que tiene derecho a la esperanza de un futuro que será mejor con «el impulso de todos». ¿A quién se refiere Hereu cuando dice «todos»? Un dirigente del PSC, como él, sabe perfectamente que la singularidad fiscal catalana solo traerá pobreza a regiones como Asturias. ¿A qué viene ese discurso supuestamente solidario cuando él y su partido sólo proponen políticas presididas por el diálogo bilateral con el Estado y la asimetría como forma de distribución de los recursos?
Puestos a halagar al personal sacó de la faltriquera lo mejor de su retórica: «Estamos en un epicentro de la vida económica y social, del impulso de proyectos, en una capital del dinamismo». Me vino a la cabeza Fray Gerundio de Campazas: «Ésta es, señores, la estrena de mis afanes oratorios; éste, el exordio de mis funciones pulpitales. Más claro para el menos entendido: éste es el primero de mis sermones».
Así se desenvuelven los ministros del Gobierno de España: lisonja para los jefes autonómicos de su partido y puño de acero con los presidentes de otras formaciones (excepto con los nacionalistas).
Barbón
Tras Hereu habló el presidente del Principado, que ya se encontró con medio camino andado. Tengo que reconocer que no empleó su intervención en decir banalidades, como el ministro, aunque se puso a hablar de la «revolución de las comunicaciones» con el AVE, cuando es un desastre el servicio de alta velocidad. Hizo afirmaciones sin matices, como «la mejora del mercado laboral», que es cierta, pero es un fenómeno de las tres principales urbes con la llegada de inmigrantes. Como es habitual en los discursos de Barbón, tuvo una parte centrada en lo emocional: «El resurgir de Asturias está llamando la atención». Ni la renta per cápita, ni el crecimiento del PIB, ni los resultados empresariales permiten hablar de un resurgimiento que cause pasmo, pero ya digo que siempre tienen sus discursos un pico emocional que da licencia a la exageración.
Barbón acertó totalmente cuando dijo delante de Hereu que «la Asturias de hoy requiere del cumplimiento íntegro del plan de cercanías ferroviarias, la aceleración del Corredor Atlántico, así como la ejecución del plan de vías de Gijón». Ya digo: una ceremonia muy distinta a las de entonces.