Lo sucedido esta semana, altísimas temperaturas e incendios por doquier, nos debería llevar a la reflexión. No me refiero ya a lo más obvio, como es el cuidado de los montes, con tareas de limpieza y desbroce, sino a los inevitables cambios de nuestro sistema de vida que anticipan las temperaturas y las llamas de estos días.
Las olas de calor y los periodos de sequía se intensificarán, dando paso a problemas alarmantes, como el incremento de muertes. La civilización tiene elementos suficientes para defenderse del frío, al menos en los países del primer mundo, con los distintos sistemas de calefacción, pero ante el calor asfixiante (los 42,6º de Mieres o los 41,1º de Oviedo son el preludio de lo peor) no hay defensa. Las mejoras en eficiencia energética de las viviendas están orientadas a reducir el consumo energético y las emisiones, sobre todo en regiones frías.
Temperatura
Si la temperatura sigue la curva ascendente de los últimos años, alguien dará la orden de rehabilitar todas las viviendas. El 80% de los actuales edificios están construidos antes de 1980, así que la rehabilitación de millones de viviendas será una quimera. Tantos años luchando contra el frío y el problema estaba en el calor.
El personal que padece los gobiernos y las modas de los gobernantes habrá tomado el atajo del aire acondicionado antes de que los rehabilitadores oficiales llamen a su puerta. Entre 2.000 y 10.000 dólares cuesta en Estados Unidos instalar en la vivienda un sistema de aire acondicionado. El 70% del consumo eléctrico por el verano procede de los sistemas de aire acondicionado. No será posible en España ese voluntarioso intento, porque el consumo eléctrico de los centros de datos absorberá toda la generación eléctrica disponible.
Las multinacionales tecnológicas han elegido España como nicho de referencia en el sur de Europa. Amazon tiene tres centros en Aragón, Microsoft opta por Madrid, Meta tiene uno en Toledo y otro en Zaragoza. Se van a invertir 55.000 millones en centros de datos en los próximos años en nuestro país. En 2050, cuando las olas de calor causen estragos, el consumo eléctrico de los centros de Inteligencia Artificial será cuatro veces más elevado que en el presente. Atender esa demanda energética requerirá de los mejores esfuerzos de Red Eléctrica Española.
Dejo a un lado el consumo hídrico de los centros de datos que es muy superior al que se preveía. Ejemplo: para enfriar los servidores, Microsoft necesita 125 millones de litros de agua al año.
Bosque
Sin sistemas previsibles de defensa ante las altas temperaturas, tampoco será fácil evitar los grandes incendios. Con temperaturas altas y sequía, la llegada del fuego es cuestión de tiempo. Máxime en lugares como Asturias, donde el 72% del territorio es superficie forestal, o Galicia (67%). Volvemos al principio: el cambio climático eleva las temperaturas y facilita los incendios. En la actual racha de incendios quemaron, hasta ahora, 157.501 hectáreas. En lo que va de siglo sólo en 2002 (189.000) y en 2022 (306.000) se quemó más terreno.
Contra la subida de la temperatura es imposible luchar, a no ser que los grandes países (China, Estados Unidos, India, Rusia) apliquen drásticos recortes en las emisiones de gases de efecto invernadero, pero con los incendios, sin embargo, es posible hacerlo mejor. En esta cuestión, en el caso de España, el problema es político: falla el Estado.
Hay determinadas situaciones, como la suspensión de pago de un país, la invasión de un ejército extranjero, la llegada de un sunami a las costas o la extensión de una pandemia, en que las ciudades o las regiones, por si solas, poco pueden hacer para mitigar los daños. Es preciso que un poder por encima del municipal o autonómico, coordine esfuerzos, asuma el mando de las operaciones y disponga de todos los recursos. El Estado está para eso.
Pichi
En nuestro caso, no existe ese poder ante las emergencias. El Gobierno central se paraliza, mira para otro lado y espera que las comunidades autónomas más afectadas por el siniestro (incendio, inundación) hagan frente al desastre.
En esos casos, el presidente del Gobierno siempre está lejos de la zona cero. Envuelto en un bosque de palmeras de tela con mangas, con ademán de chulapo y gorra de Pichi, descansa en La Mareta, propiedad del Estado, con 30.000 metros cuadrados de finca y cuarenta guardaespaldas. Lo mismo sucedió cuando Paiporta (Valencia) quedó anegada de agua. Sólo en La Palma, con un presidente autonómico socialista, viajó el primer día de la erupción del volcán. Hizo otros diez viajes para prometer el doble de fondos de los que había aprobado. Al menos hizo acto de presencia, al igual que la mayoría de sus ministros.
Feijóo pidió la intervención del Ejército para apagar los fuegos descontrolados y, dos días más tarde, el presidente del Gobierno se dio por aludido, puso ropa convencional y participó en una reunión virtual.
Así, llevando la pugna partidaria hasta el perímetro del incendio, no se pueden apagar las llamas. Con un Estado débil, políticamente, y arruinado por las exigencias de las minorías nacionalistas de Cataluña y el País Vasco, el resto de regiones quedan al albur de los acontecimientos.
Esperemos que los fuegos se vayan apagando y vuelvan las informalidades del verano a adueñarse de los debates. Pero no nos engañemos, los grandes incendios se aprovecharán del hueco que deja el Esta