Otra jornada de tensión, con cuarenta vecinos de distintas localidades de Ibias desalojados de sus casas por la cercanía de las llamas. Siguen siendo en Degaña, Genestoso (Cangas del Narcea) y Somiedo donde los fuegos resultan más preocupantes. En principio, el Ministerio del Interior sólo va a incluir en zonas catastróficas las tierras calcinadas del suroccidente. De las áreas quemadas en España por 114 incendios que el Gobierno ha incluido en la lista de Zona Afectada Gravemente por Emergencia de Protección Civil, solo cuatro están en Asturias. No obstante, la Consejería de Movilidad, Medio Ambiente y Gestión de Emergencias ha solicitado la inclusión como zona catastrófica a todos los lugares afectados por las llamas, como Cabrales, Onís, Ponga, Caso, Quirós, Villayón e Ibias; en este último municipio el incendio empezó el pasado martes.
Aunque la relación de fuegos apuntada por el Gobierno no tenga carácter definitivo, el propio presidente del Principado dijo, sobre esta cuestión, «que las zonas más castigadas son las que son. No nos engañemos». Queda por ver las ayudas que dará el Gobierno central, tras el precedente del año 2023, cuando los incendios más grandes de la historia de Asturias (más de 30.000 hectáreas arrasadas) quedaron «compensados» con 172.000 euros. En una reunión con los ganaderos, el consejero de Medio Rural, Marcelino Marcos Líndez, manifestó que «no hay mejor protección a la biodiversidad que facilitar que se ejecuten infraestructuras como pistas para que los medios de extinción puedan llegar a la zona afectada por el incendio lo más rápido posible». Una afirmación realista y valiente que choca con el fundamentalismo proteccionista que opta por no tocar nada.
En esa línea se inscriben las peticiones de los ganaderos al consejero cuando piden recuperar la costumbre de las quemas controladas en las temporadas de bajo riesgo de incendios y realizar desbroces para reducir la carga vegetal en los montes. Tras la ola de incendios se hablará mucho de las tareas de prevención –ya se está haciendo ahora– dándoles más importancia que a las tareas de extinción. Pues bien, prevenir es intervenir. Si los fuegos estaban más controlados hace sesenta o setenta años es, en gran parte, porque el medio rural estaba mucho más poblado y sus moradores, ganaderos y labradores tenían unos hábitos de vida y trabajo que incidían en la flora y la fauna del medio rural. El equilibrio entre lo que se modifica y lo que se preserva se ha perdido.