Llega la época del año en que los grupos nacionalistas obtienen un beneficio extraordinario de los Presupuestos Generales del Estado. Desde el año 1993 se repite la misma escena: para evitar que las cuentas sean rechazadas, el Gobierno de turno cede a las presiones de los grupos nacionalistas que piden ventajas económicas para sus territorios y prebendas políticas. Sólo en la segunda legislatura de Aznar, cuando alcanzó la mayoría absoluta (183 escaños), la ceremonia del chantaje no tuvo lugar. El negocio del gas para Cataluña llegó en la última legislatura de González, y la cesión de un tercio de los principales impuestos se llevó a cabo en el primer mandato de Aznar. Con Zapatero las ventajas se ampliaron, porque su diseño territorial coincide en parte con los deseos nacionalistas, de ahí la aprobación del tristemente célebre ‘Estatut’. A la hora de distribuir los dineros, con Zapatero las cosas discurrieron igual que cuando gobernaron González y Aznar con mayoría simple: en el actual presupuesto, del dinero destinado a I+D, más de un 80% fue para el País Vasco.
Los nacionalistas, tan maximalistas ellos, nunca se cierran a negociar los presupuestos del Estado, porque saben que en ese trámite logran jugosas plusvalías. En esta ocasión, el Gobierno se encuentra especialmente ayuno de aliados, porque el giro dado a la política económica le ha cerrado las puertas de los pequeños grupos de izquierda y el resto de potenciales socios se muestran muy reticentes ante el desgaste del Gobierno de Zapatero. En ese escenario, el PNV ya ha pedido cartas para negociar, poniendo encima de la mesa un nuevo traspaso de competencias (políticas de empleo) que Patxi López negoció por 300 millones, pero el PNV valora en 480. Junto a esa reivindicación se adjuntan otras, siendo alguna de ellas de carácter exclusivamente político, sin posible traslación al presupuesto. Zapatero, para salvar la legislatura, va a tener que apoyar las enmiendas de los nacionalistas. Como todos los años.
Este año a CiU le viene mal el calendario, porque hay elecciones catalanas en otoño y resulta poco estético pactar los presupuestos con Zapatero y luego largar en los mítines contra el fascismo centralista. Por eso, los convergentes piden al PNV que no apoye el presupuesto y deje caer el Gobierno. Con esos mimbres se hace la llamada ‘política del Estado’.