En la lucha por la candidatura autonómica del PP los dos bandos han ido jugando sus bazas. Los seguidores del ex ministro convirtieron espichas o comidas multitudinarias en actos de apoyo. Luego vino la cita en Valencia de Don Juan, con el discurso de Álvarez-Cascos, a modo de banderín de enganche para levantar el partido y ganar las elecciones. Las últimas iniciativas desplegadas han sido de mayor calado, con la recogida de firmas por toda la región para dejar constancia de los apoyos que tiene el ex ministro y el homenaje del domingo pasado en el auditorio de Oviedo, donde quedó demostrado que los votantes de Gabino de Lorenzo quieren al ex ministro de presidente.
En el otro bando, la ofensiva comenzó con el comunicado de mediados del mes de julio, donde el alcalde de Oviedo, con el respaldo de los dos líderes de Gijón y Avilés, hizo público su veto a Álvarez-Cascos, y el posterior uso del comité electoral del partido para que rechazara “la hipotética candidatura” del ex ministro. Tras las vacaciones, De Lorenzo jugó una nueva carta, al reunir en un restaurante a un grupo de dirigentes para proponer una terna de candidatos, ante la imposibilidad de acordar entre todos un nombre. El comité electoral, al dictado de Gabino, dijo que asumiría la terna, pero la intervención de Génova frustró la reunión.
La principal diferencia entre las estrategias de ambos bandos estriba en que los seguidores de Álvarez-Cascos han ido sumando apoyos hasta crear una auténtica expectativa social, como pudo comprobar el propio Núñez Feijóo el pasado domingo en el auditorio de Oviedo. Sin embargo, De Lorenzo ha pasado de ocupar el centro de la escena a quedar arrinconado, porque los ovetenses no entienden su estrategia de vetar al ex ministro. Si de algo tiene ganas la derecha asturiana es de ganar unas elecciones autonómicas. En la guerra de movimientos a De Lorenzo le queda un último cartucho: comunicar a Dolores de Cospedal que la apuesta por Álvarez-Cascos implicaría su renuncia a