La multiplicidad de candidaturas en la escala autonómica se amplía fuertemente a nivel local. Sesenta grupos distintos concurren en las elecciones municipales aspirando a tomar asiento en algunas de las corporaciones. En el conjunto de siglas están desde los partidos tradicionales hasta algunos grupos anecdóticos, movidos a participar para denunciar un asunto concreto que no tiene nada que ver con la problemática cotidiana de los concejos. PSOE y PP son las únicas formaciones que presentan listas en los 78 concejos. IU lo hace en 77 y Foro Asturias en 70. Este último grupo constituye un caso especialmente llamativo porque ayer hizo tres meses que un puñado de ciudadanos lo inscribieron como partido en el registro de asociaciones políticas. La implantación social del resto de formaciones es muy inferior a la de los partidos citados: El Bloque concurre en 20 ayuntamientos, PAS-URAS lo hace en 19 concejos, IDEAS se presenta en 16 municipios, mientras que UPyD concurre en 6 consistorios. Tomando prestado el lenguaje futbolístico, podríamos decir que se trata de dos “ligas” municipales, en una participan cuatro partidos y en la otra lo hace el resto de formaciones hasta sumar 54 grupos. Entre las dos “ligas”, un total de 60 candidaturas.
La uniformidad de las instituciones autonómicas da paso a la heterogeneidad municipal. Es muy distinto un ayuntamiento como Gijón, Oviedo o Avilés, a otro como Ponga, Degaña o Yernes y Tameza. La nómina de funcionarios, los resortes financieros, la problemática territorial o la dimensión política de la figura del alcalde varía radicalmente en función del tamaño del ayuntamiento. Entre esa enorme variedad de características se inscribe también la respuesta de los partidos. Hay grupos esencialmente localistas, porque no tienen capacidad o carecen de medios para presentarse en más de un ayuntamiento y otros que guardan una dimensión nacional. De ahí la gran diversidad de candidaturas.
En los concejos grandes, el voto de los ciudadanos tiene un sentido político e ideológico, y la personalidad de los candidatos queda en un segundo lugar. Justo lo contrario de lo que ocurre en los ayuntamientos pequeños, donde la figura del candidato a alcalde es decisiva. Se echa de menos que ninguno de los 60 grupos haya establecido unas pautas para sacar a grandes y pequeños de la ruina.