La Junta de Portavoces ha aprobado, por unanimidad, convocar la sesión de investidura el 12 de julio. Quedan catorce días para que el candidato (o los candidatos) presente su programa a los diputados. Es un periodo de tiempo largo, pero las relaciones entre los grupos políticos atraviesa una fase convulsa y es difícil que se aclararen las cosas en menos tiempo. Lo normal es que la tensión entre los partidos vaya en aumento a lo largo de la legislatura, alcanzando el clímax en víspera de las elecciones. En la campaña electoral está prohibido llegar a acuerdos y resulta obligado resaltar las debilidades del rival, pero el voto de los ciudadanos calma los ánimos, dispersa a los políticos y con la sesión de investidura parece que empieza no ya un nuevo ciclo sino una nueva vida.
En esta ocasión no se ha reproducido la secuencia expuesta. No hubo tregua. Desde el día siguiente a las votaciones, la polémica, los desaires, los enfrentamientos han continuado como si las urnas no hubiesen dejado las cosas claras. Es inútil culpar a este o aquel partido político, así que para buscar las causas hay que proceder de otra manera, porque no es cuestión de buenos y malos, sino de razones objetivas. Son dos.
Por primera vez, todos los partidos han quedado lejos de la mayoría absoluta. Desde 1983 hasta el 2011, en todas las elecciones autonómicas algún partido había obtenido 20 o más diputados. La idea de que el grupo ganador necesita más de los aliados que en otras ocasiones se ha instalado en la clase política. Se trata de un análisis superficial, porque Foro Asturias no sacó pocos diputados, para ser un partido ganador, sino que ahora la tarta se reparte entre cuatro grupos, siendo IU el más pequeño de ellos con mucho. En la anterior legislatura el partido mayoritario tenía 21 escaños, pero el de la oposición contaba con 20. Ahora, el principal grupo de la oposición, el PSOE, cuenta sólo con 15 escaños. Hay la misma diferencia entre Foro Asturias y el PSOE de la que había en el pasado mandato entre PSOE y PP. La otra razón que justifica el clima tenso está en la irrupción de un nuevo partido que, además, ganó las elecciones. En cualquier sociedad, el club de los instalados no quiere intrusos. Repartir la clientela electoral con un grupo creado tres meses antes es muy duro. Es normal que los partidos de siempre quieran someter a un segundo test al ganador.