Rubalcaba ha confirmado que los dos etarras detenidos en Francia, Asier Bengoa y Saioa Sánchez, fueron los autores del atentado mortal contra los guardias civiles, Raúl Centeno y Fernando Trapero. Un tercer etarra que participó en el atentado centra las investigaciones de la Policía francesa. No se puede pedir más eficacia policial.
En el debate sobre el terrorismo, como en todos los asuntos que tienen un gran contenido emocional, sucede, con frecuencia, que la inmediatez de los hechos impide tener suficiente perspectiva. El balance de la acción policial, en España y Francia, es espectacular desde el 2000, el último año en que los comandos de la banda lograron moverse con una cierta soltura, ejecutando 23 asesinatos. A partir de esa fecha han sido detenidos cerca de 1000 individuos relacionados con la banda etarra. La Policía trabajó con el respaldo del pacto entre los dos grandes partidos; la única reticencia vino por parte del nacionalismo vasco, cuando la persecución del terrorismo incluyó a la cúpula de Batasuna, que el juez Garzón mandó directamente a la cárcel. La eficacia policial, la cooperación internacional, la unidad de los partidos y el rechazo en Occidente ante el fenómeno terrorista, tras el atentado de las Torres Gemelas, nos han puesto muy cerca de ganar la batalla a ETA.
En los últimos dos años, cuando la banda estaba muy debilitada para mantener la actividad terrorista, se organizó un debate pernicioso sobre negociar el fin del terror, ofreciendo como contrapartida la salida escalonada de los presos, con la excepción de aquellos que tuvieran un historial más sangriento. Aunque nunca se explicitó la propuesta, ese era el esquema básico de la negociación: paz por presos. Llegó el momento de hacer una reflexión sobre el señuelo del fin de la violencia, que no está garantizado por ninguna negociación, sino que llegará, poco a poco, sin fechas predeterminadas, tras los éxitos de la Policía y el decaimiento de un terrorismo residual, que desde el año 2002 tiene una actividad intermitente.