La misión de los delegados del Gobierno es instrumental: informar de lo que ocurre en el territorio y ser portavoces de los mensajes del Ejecutivo. Apenas tienen dimensión gestora, porque la Administración periférica del Estado se ha ido reduciendo a la mínima expresión, salvo en lo tocante a los cuerpos de seguridad. En el Estado de las Autonomías, la principal autoridad del Estado es el presidente autonómico, y en los territorios con identidad más acusada se ha cuestionado la propia existencia de la figura del delegado. El delegado del Gobierno no tiene política propia ni competencias para desarrollarla. La experiencia demuestra que los delegados realizan sus cometidos sin pena ni gloria, pareciéndose más a altos funcionarios que a políticos. Si destacan, mal asunto.
Ese es el cargo al que accede De Lorenzo, un delegado del Gobierno muy poco habitual, porque llega al puesto tras ser veinte años alcalde de la capital y es el hombre fuerte de su partido. Cuando un político tiene el perfil de Gabino, lo normal es que sea miembro del gobierno regional, líder de la oposición en la Junta General del Principado o tenga escaño en Madrid. De Lorenzo nunca salió de Oviedo. Cuando concurrió para tener plaza en el Congreso de los Diputados llevó un varapalo tan grande que no tuvo ánimos para ir a recoger el acta. Ahora le toca pensar en términos de política nacional y regional, algo que nunca hizo. El discurso del cerco de Oviedo no es trasladable a su nuevo cometido.
De Lorenzo tendrá que defender la política del ajuste fiscal olvidándose del Ayuntamiento de la capital. Gabino deberá justificar la ralentización en la construcción de infraestructuras en aras del interés nacional. Como hicieron sus predecesores en el cargo, le tocará ilustrar con gráficos que las cosas van mejor con el PP que con el PSOE. En resumen, De Lorenzo no debe tener otra estrategia y discurso que el de Rajoy, que tiene en el PSOE su directo rival. Como 25 años de política activa crean una poderosa inercia, puede que sucumba a la tentación de ejercer de líder de la oposición de Álvarez-Cascos. Va a ser inútil, porque el presidente del Principado de confrontar con alguien lo hará con el presidente y los ministros. En cualquier caso, Gabino debería ser consciente de que su estilo de hacer política ha suscitado tanto apoyo en Oviedo como recelo en el resto de Asturias.