La cúpula de la FSA baraja las cartas para hacer la lista electoral. Parlamentarios, alcaldes, secretarios generales y otros militantes destacados hacen cábalas sobre su destino. En el PSOE no hay voces discrepantes. La lucha interna está justificada, porque se está hablando de puestos magníficamente remunerados, con cuatro años de contrato, aunque a veces llega un tipo como Cascos y rompe la cláusula de seguridad sobre la que planifican su vida los diputados. Entre los socialistas rige la norma del silencio, así que a falta de explicaciones corren rumores, datos sueltos: leyendas urbanas.
La idea más repetida es que Javier Fernández va a renovar fuertemente la lista, dejando a algunos secretarios generales de agrupaciones fuera de la candidatura, tirando de gente joven (en la política asturiana se es joven hasta los 52 años, la edad que tienen Jesús Iglesias y Pilar Fernández Pardo), y podando fuertemente la representación que tenía Gijón en la última candidatura. Nadie dice que Gijón pierda representantes en la lista, sino que conocerá más alteraciones de nombres que otros municipios. En Avilés estaba el corazón del “chaconismo”, así que el test de la renovación llevará a cortar cabezas. La jerarquía de la agrupación avilesina nunca fue del agrado de la dirección regional.
Especulaciones muy del gusto de políticos y periodistas, pero que a al ciudadano común le traen al pairo porque tras el cambio de nombres no hay un motivo claro. ¿Por qué debe de cambiar de acompañantes Javier Fernández en su viaje hacia el Principado? No se ha dado ni una explicación plausible. ¿Se perdió las elecciones por los diputados del montón? ¿Hicieron un mal trabajo parlamentario en lo seis meses que estuvieron a prueba?
En el PSOE hay orden, siempre hay orden. Zapatero quedó patéticamente sólo con las piernas cruzadas en una silla de Sevilla, mientras cámaras y delegados repartían su atención entre la calva más clarividente de la política española y la melena más ambiciosa de la izquierda nacional. Cinco días más tarde, la brigada de limpieza se ha llevado papeles, vasos de plástico, trozos de conversación y conjuras. No ha quedado nada, salvo esa historia ridícula de las llamadas telefónicas de Felipe González a un grupo de delegados para que cambiaran a Messi por Ronaldo. El sábado, la lista. Capitán, mande firmes.