Los principales líderes nacionales visitan Asturias, aunque faltan dos semanas para entrar en campaña electoral. El primero en acercarse fue Alfredo Pérez Rubalcaba, que llegó para arropar a Javier Fernández el mismo día que era elegido candidato. Ayer le tocó el turno a Mariano Rajoy que participó en un mitin junto a Mercedes Fernández. Durante la campaña electoral volverán a visitarnos Rajoy y Rubalcaba, así como los principales dirigentes de los dos partidos, al igual que Cayo Lara, Rosa Díez y el elenco de personajes que pueblan el escenario político nacional. Asturias, cita de líderes.
Esta es una diferencia fundamental con respecto a los comicios autonómicos de mayo de 2011. En aquella ocasión, las figuras de la política nacional estaban de gira por toda España, de modo que su dedicación al electorado asturiano era muy limitada, quedando el peso de la campaña en manos de Javier Fernández o Pérez-Espinosa. Ahora, la situación es radicalmente distinta: ministros del Gobierno y presidentes autonómicos del PP, por un lado, y Rubalcaba, Felipe González, Patxi López, Alfonso Guerra, Elena Valenciano o Chaves, por el otro, serán los que defenderán las opciones electorales de los dos grandes partidos.
‘El Paisano’
Sólo hubo una ocasión en la democracia en que Asturias se convirtió en laboratorio electoral de España. Fue en la primavera de 1978, cuando se convocaron comicios para suplir la vacante dejada por Wenceslao Roces en el Senado. En aquella ocasión, ganó Fernando Morán, el candidato socialista, tras haberse volcado todos los líderes nacionales en la disputa asturiana. El protagonismo de la jornada fue para Horacio Fernández Inguanzo, ‘El Paisano’, candidato comunista, que obtuvo el 23% de los sufragios, quedando a menos de mil votos de la opción de UCD, el partido en el Gobierno, y por encima de Alianza Popular. Aquella campaña tampoco fue muy limpia. En el mitin de Felipe González en El Molinón, con lleno hasta la bandera, el entonces líder de la oposición dijo que «las piedras no hablan»; una alusión despectiva hacia ‘El Paisano’ que había sido homenajeado por Víctor Manuel en una canción («hasta las piedras si hablaran, hablarían bien de Horacio»).
Ayer, en Oviedo, Rajoy esbozó el prólogo de la campaña electoral, realizando alusiones críticas hacia Álvarez-Cascos y Foro, sin nombrar al presidente del Principado ni a su partido. El mismo estilo utilizó Mercedes Fernández, con los dardos hacia la misma diana, pero sin ponerle rostro. Básicamente, el discurso de Rajoy y Fernández se sustenta en decir que el Principado con Cascos se ha instalado en la inestabilidad y la confrontación, y que hace falta un cambio, con un gobierno que dialogue, aporte estabilidad y tenga voluntad de entenderse con Madrid.
Los choques que tuvo el Gobierno de Foro con la oposición parlamentaria y con otras instituciones como el Ayuntamiento de Avilés, a cuenta de la gestión del Niemeyer, es normal que sean utilizados por sus antagonistas para afirmar que en Asturias hay un Ejecutivo de confrontación, no de diálogo. La oferta electoral de dos gobiernos cómplices, en Madrid y Asturias, puede ser atractiva para el ciudadano, porque de la alianza entre poderosos y débiles salen siempre ganando estos últimos. Lo dijo Rajoy, «juntos podemos hacer muchas cosas».
Inestabilidad
Si los argumentos desplegados se estudian con detenimiento, surgen dudas. Empecemos por la estabilidad. El Gobierno de Foro no fue estable. No cabe discutirlo, prueba de ello es que ocho meses después de la investidura de Cascos haya elecciones. Ahora bien, la inestabilidad derivó de estar en minoría en una Cámara hostil. Hasta cierto punto, a los grupos de izquierda no se les puede criticar por rechazar a Foro, ya que en España las enseñas ideológicas condicionan las alianzas parlamentarias. Caso distinto es del grupo del PP, que dirigido por Pérez-Espinosa, Goñi y Aréstegui no quiso pactar la investidura de Cascos, recurriendo a última hora a una fantasmal propuesta de Gobierno de coalición en vista de que no podían acudir al subterfugio de las diferencias programáticas. Cualquier crítica a Foro tiene que ir acompañada de autocrítica del PP, si quieren ser ecuánimes los nuevos líderes de este partido a la hora de enjuiciar la breve legislatura.
El Gobierno de Foro se excedió en presentar un perfil político transversal, abierto al pacto con todas las fuerzas, cuando la única forma de suplir el déficit de apoyos parlamentarios era la alianza con el PP. Una cosa es que recibieran votos de antiguos votantes de izquierda y otra que la izquierda fuera a pactar con ellos. Ahora bien, el grupo parlamentario y la dirección de Ovidio Sánchez no jugaron a otra cosa que al fracaso del Gobierno de Cascos. La única vez que tantearon sinceramente el acuerdo, en la antesala del debate presupuestario, alzó la voz De Lorenzo para impedir que acabara bien el intento. En cuanto a la confrontación en el mandato, basta repasar los discursos en la Cámara para ver qué portavoz parlamentario atizó más la hoguera del enfrentamiento.
Foro y PP se van a necesitar tras las elecciones, a no ser que la izquierda esté en condiciones de gobernar en la región, lo que sería el mayor de los fracasos para el centro-derecha. Para evitar ese escenario, no sé si lo mejor es montar una campaña en clave de «derecha contra derecha».