Quedan cinco días para que empiece la campaña electoral, con ese ritual cada vez más rancio interpretado por políticos descreídos que pronuncian jaculatorias sin fe desde la tribuna. La corta precampaña autonómica transcurre más desteñida que nunca. A falta de argumentos, los candidatos comunican percepciones, sensaciones, a modo de anticipo del veredicto popular. Un mensaje emocional e intuitivo que zanja cualquier discusión. No hay que demostrar nada, el discurso raya en lo tautológico. ¿Hay en esta campaña algo más difícil de imaginar que debates entre los candidatos?
La mayor diferencia con los comicios de 2011 está en la presencia de líderes nacionales, empezando por Rubalcaba, que ya nos visitó dos veces, y por Rajoy. En cuanto se inicie la campaña, toda la clase política española tendrá una cita con Asturias. Es una respuesta lógica por parte de los grandes partidos nacionales que da solidez a sus ofertas regionales, tanto en Asturias como en Andalucía. Sin embargo, esa política también genera efectos perversos.
Talón de Aquiles
En el caso de los socialistas es contraproducente para sus intereses que Rubalcaba hable a los asturianos sobre la gestión de la crisis económica, porque está aún muy reciente el desastre del Gobierno de Zapatero del que formaba parte el actual secretario general del PSOE. Puede que dentro de un año, con seis millones de parados, las cosas se vean distintas, pero en la actualidad es muy difícil que la gente piense que el equipo de Rubalcaba convertido en gobierno fuese un lenitivo para la crisis económica.
Hay que recordar que la fórmula socialdemócrata española sirvió para que los presupuestos del Estado pasaran del superávit al 11,2% de déficit público, mientras se concentraba en nuestro país cerca del 25% del desempleo de la UE. Rubalcaba tiene un alto grado de credibilidad como ministro del Interior y puede ser muy convincente internándose en otros campos del debate político, pero sobre la gestión de la crisis debería concederse un año sabático.
Silencios
El caso del PP es inverso al del PSOE: el problema no estriba en lo que dicen los dirigentes nacionales que vienen a Asturias, sino en lo que callan. Es lógico que apoyen al PP regional y que critiquen a las candidaturas competidoras, pero cuando un partido está en el Gobierno tiene que decir algo sobre la región que visita. Asturias siempre dependió mucho de la política del Gobierno central, no en vano hasta el otro día las grandes empresas regionales eran de titularidad estatal. No se entiende que los principales representantes gubernamentales intervengan en un acto preelectoral sin decir nada de la autovía del Cantábrico, de la variante de Pajares, de los fondos mineros o de las amenazas de cierre de instalaciones en las factorías de ArcelorMittal.
Desde que sobre esto último pretexten que se trata de una empresa privada, pero también son privadas las plantas francesas de ArcelorMittal y la presión de Sarkozy hizo que cambiaran los planes sobre la cabecera siderúrgica de Florence. Sería una triste ironía del destino que la intervención política en Francia sirviera para reflotar una acería desahuciada a cambio de quitar capacidad a la siderurgia asturiana. Todos los equipamientos de ArcelorMittal en Europa forman parte de un conjunto. Desde que empezó la crisis económica están apagados cerca de la mitad de los altos hornos europeos (actualmente 10 sobre un total de 25), así que lo que se da por un lado del mapa se quita por otro.
Ana Pastor va a venir en campaña electoral; esperemos que entonces diga algo sobre el futuro de Gijón al Norte. Las llamadas de Carmen Moriyón han tenido como respuesta el silencio administrativo del Ministerio de Fomento. A juzgar por las declaraciones, este asunto no está tampoco entre las prioridades del PSOE y del PP gijonés. En vez de denunciar la inactividad del Gobierno, que preside Gijón al Norte y tiene un 50% de la sociedad, el PSOE se muestra indiferente. Cualquier cosa menos cerrar filas con la alcaldesa. El PP de Gijón le echa la culpa a Cascos, algo que resulta tan absurdo como cargar sobre las espaldas de Areces los incumplimientos de José Blanco y Víctor Morlán con la operación ferroviaria gijonesa.
Reforma laboral
La precampaña electoral terminará coincidiendo con la votación en el Congreso de los Diputados del decreto-ley sobre la reforma laboral. No entiendo cómo Foro Asturias no aprovecha la ocasión para desmarcarse del proyecto gubernamental. No se trata de hacer demagogia barata, porque la reforma laboral tiene partes más que razonables, al introducir flexibilidad en el ámbito del personal, dando primacía a los convenios de empresa y propiciando las reducciones de jornada y de sueldo. Pero hay otros mecanismos que parecen más pensados para aumentar el paro que para crear empleo.
PSOE e IU rechazan de plano la reforma laboral; otros grupos parlamentarios, carentes de bases obreristas, como el PNV, también van a votar en contra. Por mucho que se empeñen los candidatos, a los electores les interesan muchas cosas que no están en la agenda política del Principado. Está muy bien aplaudir o llorar la marcha de Natalio Grueso a la capital y montar una zapatiesta en torno a la TPA, pero creo que la reforma laboral tendrá una influencia diez veces superior en las urnas.