La agencia de calificación Fitch ha bajado la nota a Asturias. Ya no somos un territorio “A”, porque formamos parte del nutrido pelotón de las regiones que llevan la letra “B” en el dorsal. En la agencia dejan reducido a la categoría de anécdota el retraso en presentar el plan de ajuste fiscal, pero les parece preocupante el estado de las cuentas y dudan de que terminemos el año con el 1,5% de déficit público que es el objetivo acordado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.
No hace falta que venga a decirnos una empresa especializada en analizar los presupuestos públicos y los balances privados que las cuentas asturianas tienen aspectos preocupantes. El incremento de la deuda, que se ha duplicado en tres años, lo atestigua. Tenemos un presupuesto prorrogado que ya era fantasioso el día que se aprobó, porque los impuestos estaban hinchados artificialmente para soportar el volumen de gasto, así que en la actualidad es de todo punto irreal. El Gobierno trabaja sobre la presentación de un ajuste de 616 millones de euros, que servirá para orientar la acción política sobre la senda de la austeridad. La dificultad de los planes de ajuste no está en su formulación sino en su ejecución. El mejor ejemplo es lo que ocurre con el Reino de España, que llegó a tener un déficit público del 11,2% y tras dos años de duros recortes está en el 8,9%, aunque estaba previsto reducirlo al 6%. Las previsiones de ingresos son muy optimistas y la capacidad de frenar el gasto resulta limitada. De este panorama negativo no se sustrae ninguna región, estando la mayor parte de ellas en peores condiciones que Asturias por tener un mayor volumen de deuda y de paro. Por ello, las valoraciones de las agencias de calificación siguen una gráfica descendente en toda la España autonómica.
Algunas regiones (Cataluña, Valencia, Baleares, Castilla-La Mancha) necesitan que las respalde el Gobierno central porque no son capaces de colocar en el mercado sus títulos de deuda. Se trata de “bonos basura” que los inversores los tratan como tal. Asturias, por fortuna, no está en esa situación. Es muy difícil que en ese escenario colectivo, donde está en cuestión la solidez de los bancos, la credibilidad de los gobiernos regionales y la autoridad del Gobierno central para liderar el ajuste global de las administraciones, pueda una región escapar del suspenso general.