En el marco de la campaña electoral gallega, Javier Fernández se ha referido a la política financiera seguida durante la crisis económica. El presidente asturiano ha relacionado el incremento de la deuda pública con las ayudas dadas a los bancos, que debe verse como un apoyo de la sociedad a las instituciones financieras; un flujo de dinero que no encuentra correspondencia al negar los bancos el crédito a los ciudadanos y recurrir al procedimiento del desahucio cuando no devuelven los créditos hipotecarios.
Este es un pensamiento recurrente en el último año, al quedar nacionalizadas las cajas que sufrían desequilibrios patrimoniales irreversibles. Después del batacazo de Bankia, un sector amplio de la sociedad se pregunta por qué se deben reflotar los bancos quebrados y no se rescatan las familias en suspensión de pagos. En un ambiente emocional es difícil hablar de estas cosas con un mínimo de ecuanimidad, pero hay que recordar que los bancos tienen, además de los accionistas, miles de trabajadores y el ahorro de decenas de millones de españoles. Javier Fernández recordará los tiempos en que se hacían análisis marxistas, con la equivalencia entre trabajo y dinero. Pues bien, si se dejan quebrar las entidades insolventes se tiran por la ventana miles de millones de horas de trabajo. Aunque en EE.UU. se han dejado quebrar bancos, tengo la impresión de que si aquí se hubiera optado por esa medida seríamos más pobres, aún, que ahora. El presidente asturiano lamenta que no se hay controlado suficientemente a los banqueros. Es cierto, pero esa no fue una opción española, sino una tendencia seguida en todo el mundo desarrollado. Desde la Reserva Federal, Alan Greenspan lanzó la doctrina de la desregulación, que sirvió de coartada para crear productos financieros de alto riesgo, origen de nuestros males.
Con la mente puesta en Feijóo, Javier Fernández criticó a los políticos que tomaron decisiones sobre las cajas. El mayor responsable de lo acontecido con las cajas es Fernández Ordóñez, el gobernador del Banco de España que hizo más dejación de su cargo. Bien es cierto que los presidentes autonómicos no se lo pusieron fácil: ni Montilla ni Griñán ni Feijóo ni Esperanza Aguirre. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido se puede decir que la metamorfosis de cajas a bancos ha sido más traumática de lo que se preveía.