Relegida Mercedes Fernández, como presidenta del PP asturiano, la nueva dirección regional inicia su andadura entre condicionantes y problemas. Entre los primeros, el más destacado está relacionado con la suerte que corra el Gobierno de Rajoy, enfrentado a la tarea más difícil que tuvo un gobierno en España en varias décadas. El saneamiento de la economía española comporta tal nivel de sacrificios que la tendencia del voto al PP es marcadamente declinante. El resultado obtenido en Galicia por Feijóo no es extrapolable al conjunto de España, porque el presidente gallego hizo una campaña en clave personal, dejando en un segundo lugar las siglas del partido, y con un bagaje de realizaciones importante. De seguir la espiral -recortes de gasto-recesión-déficit público-, las próximas elecciones autonómicas serán tan duras para el PP, como las de 2011 fueron para los socialistas tras fracasar la gestión de Zapatero.
Vamos con los problemas: uno externo, Foro, y otro interno, el PP de Gijón. Foro ocupa el mismo espacio político y electoral que el PP. El supuesto ideal para el PP es que Foro se diluya, pero no hay ningún indicio de que vaya a suceder. Las dudas sobre la permanencia de Cascos en la política asturiana han quedado despejadas, basta ver la consistencia de la intervención del ex presidente en el debate sobre el estado de la región, muy distinta a las del resto de portavoces.
El PP tiene que prepararse para competir con Foro y lo primero es aceptar su existencia. La política de la destrucción, por negación del rival, separa al PP del electorado del centro-derecha, ya que lleva al sectarismo institucional, dando un trato a las instituciones gobernadas por Foro semejante al que se dispensa a un partido de opuesta ideología. Foro y PP salen ganando si son capaces de establecer una relación semejante a la que tienen PSOE e IU, dos grupos que compaginan la competencia por el electorado de izquierdas con al alianza de voto en las sesiones de investidura.
El problema interno está en la Junta Local del PP de Gijón. De esa organización no obtuvo Mercedes Fernández ni un aval. Una situación tan excepcional como inquietante, que estuvo precedida de hechos sintomáticos, como la escasa cobertura dada desde el aparato del partido gijonés a las mesas electorales en las últimas elecciones autonómicas, en las que la candidata era Mercedes Fernández. Difícilmente puede la nueva presidenta dirigir el partido frente a la hostilidad de la mayor junta municipal.
Hace unos días, Mercedes Fernández manifestó que la formación de una gestora en Gijón para dirigir los destinos del partido hasta el próximo congreso local era una “hipótesis” plausible. Al día siguiente, desde el entorno de la dirección gijonesa se dio a entender que quedaban todas las dificultades allanadas, y en una prueba suprema de obediencia a la jefatura se ofreció consultar todas las decisiones que tome el PP en el Ayuntamiento de Gijón, trasladando la decisión sobre los presupuestos municipales de 2013 a la sede ovetense de Manuel Pedregal. Aquella misma mañana, los ediles gijoneses se abstuvieron de apoyar las cuentas de la empresa de limpieza, pese a que ya habían anunciado su voto favorable. La teoría del péndulo: de la rebeldía interna a la renuncia de la autonomía institucional, al poner los intereses del Ayuntamiento de Gijón en manos de unos dirigentes regionales ajenos a la gestión municipal.
Seamos claros. La falta de sintonía entre la nueva dirección regional y la Junta Local de Gijón proviene de la pésima relación política y personal entre Mercedes Fernández y Pilar Fernández Pardo, por eso desde la organización gijonesa se alzaron resistencias ante el liderazgo de Mercedes Fernández, cuando regresó a la política de la mano de Mariano Rajoy. El problema está en el interior del partido, no en el Ayuntamiento. Convertir la política municipal en moneda de cambio para lograr la pacificación interna es un doble error, porque no va a resolver la tensión entre ambas direcciones (regional y local) y arrastrará al PP hacia prácticas sectarias, bloqueando los presupuestos por razones de partido.