Las ambiguas declaraciones del Gobierno sobre el déficit público de las regiones y el modelo de financiación autonómica han suscitado la desconfianza de los ejecutivos regionales. El ministro de Hacienda ha dicho que habrá distintos techos de gasto para los territorios, pero sin especificar a qué comunidades se les tolerará una mayor diferencia entre gastos e ingresos y a cuáles se les exigirá equilibrar más las cuentas. El ministro no ha dicho si concederá más margen a las regiones que presentaron mejores resultados el pasado año (sería la postura lógica) o si concederá más plazo para recortar el déficit a las autonomías que incumplieron el compromiso pactado.
Como las declaraciones de Montoro llegaron después de que la Generalitat manifestara que renunciaba a reducir el déficit hasta la cifra (0,7%) acordada para 2013, se puede intuir que el Ministerio de Hacienda va a ser comprensivo con los desajustes de las comunidades incumplidoras (Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía y Baleares). Lo que ya sería rayano en la provocación es que a los gobiernos que pelaron con ahínco por reducir sus gastos (Extremadura, Castilla-La Mancha, Asturias) les corresponda aún ajustar más sus cuentas, este año, para compensar las holguras que concedan a los ejecutivos manirrotos. Por desgracia, no se trata de una hipótesis extravagante.
Otro tanto ocurre con el modelo de financiación autonómica. Por impulso de las regiones que rebasaron el techo de déficit se va a revisar el modelo cuando sólo lleva tres años aplicándose. Cataluña, Valencia y Andalucía han dicho que el sistema actual no es válido y Cristóbal Montoro dio el visto bueno a un grupo de estudio para revisarlo. El ministro de Hacienda no ha dado pistas sobre los aspectos a modificar, pero su colega de Exteriores ha tomado la palabra, sorprendentemente, para proponer que el Impuesto sobre la Renta se entregue enteramente a las comunidades autónomas. Cuando un sector de la población está pidiendo a gritos que se refuerce al Estado en detrimento de las comunidades autónomas, el señor Margallo propone transferirles toda la recaudación del impuesto más importante del sistema tributario. Si lo dijera un dirigente de cualquier tribu nacionalista resultaría lógico, pero se trata del ministro que defiende los intereses de España en el concierto de naciones. Tremendo.