La discusión del Ministerio de Hacienda y las comunidades autónomas sobre financiación y déficit ha pasado del engorroso planteamiento inicial al marasmo, y ahora entramos ya directamente en la fase de reconstrucción de la Torre de Babel. Cristóbal Montoro y dirigentes autonómicos compiten en confundir el tocino con la velocidad y en mezclar churras con merinas. Los gobiernos regionales que cumplieron con el objetivo de ajuste fiscal en 2012 sienten un gran recelo ante la hipótesis de un déficit a la carta para el presente año, donde el Ministerio de Hacienda concedería más margen de gasto a los territorios que menos equilibraron sus cuentas en el pasado ejercicio. Para evitar tamaña injusticia, el presidente de Extremadura ha propuesto un criterio objetivo: las cuotas de déficit que se concedan a los gobiernos autonómicos deben representar el mismo porcentaje de su respectivo presupuesto (para echar la cuenta, en la propuesta se propone retirar del presupuesto los gastos financieros).
La iniciativa de Monago tiene la virtud de crear un mismo baremo para todos los territorios, aunque no sirve para los planes del Ministerio de Hacienda. Pero lo más llamativo no es que discrepen el Gobierno central y una comunidad autónoma gobernada por el PP, sino que el equipo de Cristóbal Monitor rebata la propuesta de Extremadura hablando de usar como criterio el volumen del PIB o el tamaño de la población, que son variables que se usan en el modelo de financiación autonómica, pero que no tienen nada que ver con el déficit público. El desfase entre gastos e ingresos, en relación con la riqueza de un territorio, puede ser alto o bajo, con independencia de la población y del volumen del PIB. Metidos ya en la ceremonia de la confusión, Monago propone como criterios alternativos la vejez y la dispersión de la población, argumentos que se utilizan habitualmente cuando se discute sobre el modelo de financiación autonómica, pero que no sirven para fijar el ritmo de consolidación fiscal. En resumen, que el intercambio de opiniones entre Madrid y Mérida siguió un conocido guión: “¿Dónde vas?; manzanas traigo”.
El Gobierno de Rajoy se ha acostumbrado a no hablar claro. A Cristóbal Montoro le toca decidir si le interesa favorecer a Cataluña, en detrimento de Extremadura o Asturias, pero debe renunciar a la estrategia de la confusión.