Guillermo Martínez rechaza la propuesta de Cristóbal Montoro de rebajar las exigencias sobre el déficit público a las comunidades autónomas que asuman las medidas contempladas en la reforma de la Administración propuesta por el Gobierno de Rajoy. El consejero de Presidencia del Principado manifiesta que el Gobierno tiene libertad para fijar la cuantía del déficit, pero no puede dictar a los gobiernos regionales las medidas que deben tomar, porque eso pertenece a la competencia de las autonomías.

Como ya he defendido esa misma tesis, no tengo ninguna duda en afirmar que Guillermo Martínez tiene toda la razón. El Ministerio de Hacienda puede establecer que en el año 2013 el déficit público no sobrepase el 1,2%, en cada territorio, pero no está entre sus atribuciones forzar a los gobiernos regionales a vender edificios, unificar entes o cerrar sedes institucionales. No se entiende a qué juega el Gobierno. Si busca acabar con el despilfarro autonómico, lo más eficaz es contener el gasto, fijando un techo bajo para el déficit y obligando a amortizar deuda. Si quiere racionalizar las administraciones, debe abrir un debate con comunidades y ayuntamientos para consensuar las medidas concretas que deben tomar. Lo que no tienen sentido es presentar el manual de reformas, como simples sugerencias, y declarar al día siguiente que habrá premios o castigos según se acepte o rechace.

El Principado está en una buena posición para negociar techos de déficit y medidas de reforma. Cerró el primer cuatrimestre con superávit y el pasado año avanzó en la operación de consolidación fiscal mucho más de lo exigido. Esta política puede ser criticada en la Junta General del Principado, porque se compadece mal la intensidad del ajuste con los 122.000 desempleados, pero en el debate con el Estado y el resto de autonomías permite hablar con la autoridad que da haber hecho los deberes. En materia de reformas y ajustes, llama poderosamente la atención que Rajoy avance dando pasos hacia delante y hacia atrás. Un partido con mayoría absoluta no afronta la reforma local, la reforma general de las administraciones y el déficit público con el método de los globos sonda y los desmentidos. Puede que en el planteamiento del Gobierno haya gotas de astucia, pero falta claridad, solidez y convencimiento. Dudo mucho que acabe bien este embrollo.