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Juan Neira

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DOS EFECTOS PERVERSOS

Tras el visto bueno del Tribunal Constitucional el Principado procede raudo a pasar al cobro el impuesto sobre la banca. Según el Gobierno regional obtendrá 30 millones de euros de los depósitos bancarios. Sobre este asunto se han dicho muchas cosas, ahora queda por ver cómo funciona la tasa en la práctica. El impuesto estuvo detenido por capricho del Gobierno central que actuó torticeramente implantando una tasa de tipo cero, de forma que anulaba los efectos recaudatorios. Una maniobra obstruccionista, muy fea, que dejaba un absurdo regusto centralista quitando de facto las competencias fiscales a las comunidades autónomas. Un gesto de prepotencia, desde el Ministerio de Hacienda, que mejor se lo hubiera ahorrado para concentrar esas energías en defender las competencias del Estado ante los independistas.
El presidente del Principado reivindicó su derecho a implantar el gravamen y ahora recoge el producto de su afán. Treinta millones no es poca cosa en los tiempos que corren. Hasta aquí todo correcto. Vamos con los efectos perversos, inherentes a la aplicación de casi todos los tributos. El impuesto participa de la filosofía oficial de hacer pagar a los ricos, no en vano la banca forma parte del oligopolio nacional. Sin embargo, es más que dudoso que los bancos soporten la carga, ya que procederán a traspasarla a los titulares de los depósitos. Hay mil formas de poner recargos sin que ni siquiera se enteren quienes los pagan. En Hacienda saben mucho de dinero, pero los bancos les ganan en astucia. Este efecto perverso es muy doloroso para los políticos, especialmente los que se reclaman del campo de la izquierda, por eso rechazan que se produzca. Pero la realidad es tozuda y no hay agente económico que deje de transferir sus cargas tributarias a los demandantes de sus productos o servicios.
El segundo efecto perverso reside en la fuga de depósitos. Aunque no estemos en un mundo idealmente globalizado, sí está al alcance de cualquier ciudadano poner sus ahorros donde le plazca. Tarde o temprano la gente responderá a los estímulos económicos y depositará su dinero donde le den más intereses y le quiten menos por impuestos. Este efecto ya se nota en la venta de algunos productos que tienen mayor carga fiscal en Asturias, como la matriculación de coches de lujo. En asuntos fiscales los gobernantes deberían ser más pragmáticos.

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por JUAN NEIRA

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