Álvarez-Cascos salió al paso de las declaraciones de Rubalcaba sobre el “caso Bárcenas” para decir que el líder socialista es el mentiroso número uno del Congreso de los Diputados. El presidente de Foro se asombró de que el PSOE haya presentado una iniciativa para sancionar a los diputados que mientan en la Cámara baja e hizo una relación de los embustes de Rubalcaba, desde el “caso Gal” hasta el “affaire del Faisán”. El político gijonés también criticó las manifestaciones del jefe de los socialistas sobre la PAC, advirtiendo que PSOE y PP tienen la misma posición sobre ella.
Rubalcaba escogió el escándalo del ex tesorero para minar la sólida mayoría absoluta que tiene el Gobierno de Rajoy. Cualquier otro tema de la agenda política tiene mucho menos impacto entre la opinión pública que la contabilidad de Bárcenas, las donaciones de las grandes empresas por la puerta de atrás y el tejemaneje de las cuentas suizas. Los grupos minoritarios de la oposición también han convertido el “caso Bárcenas” en motivo principal de sus discursos. Haciendo abstracción de las circunstancias que rodean la actual coyuntura política, en cualquier Parlamento, cualquier grupo opositor centra su estrategia en un asunto tan turbio como las andanzas de Luis Bárcenas, que afecta al corazón del partido en el poder. Hasta los nacionalistas de CiU, el partido que ha tenido un trato más familiar con la corrupción de todo el arco parlamentario español, dispara sobre Rajoy.
Esta incontestable realidad no significa que Rubalcaba ataque desde una posición sólida. El líder del PSOE fue portavoz del Gobierno de Felipe González, cuando el zar socialista había entrado en barrena. También fue vicepresidente con Zapatero, el presidente español que más desprestigió acumuló en La Moncloa. Rubalcaba no era un peatón que pasaba por allí ni estuvo nunca de oyente en los gobiernos. Esa vinculación de Rubalcaba con las dos etapas del socialismo en el poder, su pertenencia al núcleo duro de los equipos de González y Zapatero, impide que sea un político creíble. En los sondeos de opinión aparece reiteradamente entre los líderes que menos confianza suscita en el electorado. Podrá decirse que esas consideraciones no importan, que las cosas son como son, dígalas Agamenón o su porquero. De acuerdo, pero en política es muy distinto escuchar a Agamenón o al porquero.