La FSA anuncia que dimitirán tres concejales del PSOE para que el Ayuntamiento de Cudillero quede con menos del 50% de sus ediles y el Principado pueda imponer una gestora, sustituyendo a los concejales electos. Inaudito. El máximo órgano de los socialistas asturianos coge el mando de los asuntos del Ayuntamiento pixueto e implanta una medida propia de la aplicada por los caciques locales: forzar la renuncia de concejales para poner al frente del Consistorio a la gente que les interesa. Obligan a dimitir a representantes (no es difícil imaginar que si los concejales socialistas se resistieran a dimitir, los jefes de la FSA los echarían del partido) de los ciudadanos para sustituirlos por gente de la calle que no tiene la confianza de los vecinos. Así entró Ignacio Fernández en el Ayuntamiento y cogió el bastón de mando por unas semanas, hasta que el Tribunal Constitucional le apeó del cargo. Estamos ante una estrategia propia de un grupo antisistema que trata de vaciar las instituciones para devaluarlas y luego buscarles un remedio de urgencia.

La FSA huye de cualquier salida democrática, basada en el acuerdo entre los concejales elegidos por los pixuetos, y crea una situación excepcional retirando a sus concejales y propiciando una gestora que estará compuesta por gente elegida por el dedo del poder regional. En toda la etapa democrática nunca el Partido Socialista había recurrido a aplicar en las instituciones una medida de ese tipo que de una forma tan grosera invalida el voto ciudadano sustituyéndolo por un grupo de delegados del Principado.

Cudillero no vive ninguna emergencia, no hay una amenaza terrorista, no hay ningún problema social grave ni hay una mayoría de concejales dimisionarios. La villa sólo padece unos modos de gobernar contrarios a los usos democráticos, introducidos por la dirección local del PSOE, que se remedia abriéndoles expediente disciplinario por parte de sus superiores jerárquicos. Donde tenía que imponer una gestora Javier Fernández era en la organización de su partido en Cudillero. Lo más sorprendente del caso es que los llamados a corregir esta situación anómala -los mandamases de la FSA- lejos de cumplir con su obligación, imitan a los díscolos subordinados y fuerzan la renuncia de más concejales para poder disolver la Corporación municipal. ¡Viva la normalidad democrática!