Ángel González, portavoz parlamentario de IU, ha propuesto dos iniciativas legislativas que afectan a la elección y número de mandatos de los presidentes del Principado. El diputado de IU quiere limitar la permanencia en el cargo de los presidentes, impidiendo por ley que puedan acceder a un tercer mandato. Igualmente propone que se cambie la normativa que regula las sesiones de investidura, dando a los diputados la posibilidad de votar en contra del aspirante al cargo.
Se trata de dos iniciativas plenamente acertadas. Seguir la tradición norteamericana y dejar en ocho años el tiempo de estancia en el sillón presidencial está en sintonía con lo que se cuece en la calle. En todas las encuestas aparece como petición popular quitar poder y margen de disposición a los políticos. Ocho años es tiempo suficiente para desarrollar un programa de gobierno, en el caso de que se pretenda tal cosa, no estar simplemente ocupando el cargo. El espectáculo vivido en algunas comunidades autónomas con presidentes vitalicios (Pujol, Rodríguez Ibarra) sólo ha originado una degradación de los usos democráticos. Larga permanencia en el cargo y aumento de vicios públicos es una constante en todas las administraciones, desde la nación española hasta el municipio de Cudillero. Los presidentes del Gobierno de España han renunciado a un tercer mandato, excepto Felipe González que salió de la Moncloa derrotado tras cuatro legislaturas, las dos primeras de ejecutoria brillante y las dos últimas marcadas por los casos de corrupción. La alternancia de partidos es buena y el relevo de presidentes, imprescindible.
Más necesario, aún, para el funcionamiento de las instituciones es la introducción del voto negativo en las sesiones de investidura. Asturias tiene un rasgo diferencial consistente en que los diputados sólo pueden votar a favor, en blanco o abstenerse ante la investidura de un candidato a presidente. En primera votación hace falta la mayoría absoluta de la Junta General del Principado, pero en la segunda basta con que un diputado vote a favor para que el candidato se convierta en presidente, porque no se puede votar en contra. Una aberración antidemocrática. En la votación más trascendente de la legislatura no se contempla que un diputado diga “no”. El Gobierno y el PSOE dicen que están de acuerdo, pero prefieren seguir otra vía. Si discrepan en las formas es porque difieren en el fondo.