El esperado debate parlamentario sobre la capacidad de la Generalitat para convocar un referéndum no se salió del guión prefijado ni tuvo brillantez. Los tres representantes del catalanismo se movieron entre lo demagógico (Turull y Herrera) y lo irracional (Marta Rovira), dejando para Rajoy la respuesta de manual, que en cuestiones de constitucionalismo viene marcada por las sentencias del TC. Rubalcaba se acogió a la doctrina que elaboró la dirección del PSOE, al ofrecer la reforma del texto constitucional para darle un sesgo federalista al nuevo pacto constituyente. Según el líder socialista, con el Senado convertido en Cámara territorial, un sistema de financiación autonómica de nuevo cuño y otro reparto de competencias se puede recorrer juntos otro trecho de historia.
Es muy difícil discutir cuando se mezclan sentimientos con argumentos y cuando todos llegaron convencidos que de la sesión parlamentaria no saldría ni el más leve atisbo de acuerdo. El diputado de CiU, Jordi Turull, aclaró que “el pueblo de Cataluña ha iniciado un camino sin retorno”, que es algo así como decir que da igual lo que discutamos porque el resultado ya está escrito. En las estrellas, supongo. Marta Rovira, en una demostración de mística nacionalista, aclaró que la independencia servirá para que en Cataluña haya más justicia social. Nadie le preguntó cómo se hace más política social sin el dinero del Fondo de Liquidez Autonómica y con una deuda que roza los 60.000 millones de euros. Marta abandonó la abstracción (independencia) para entrar en lo humano, con ribetes íntimos: “no nos aceptan cómo somos, cómo hablamos, cómo soñamos”. Desde los últimos años del siglo XIX sabemos que el valor de los sueños no está en su literalidad, sino en el simbolismo que encierran, así que deberá ir Marta a cualquiera de los psicoanalistas argentinos que están instalados en Barcelona para saber que pulsión brota de su subconsciente cada vez que sueña con la independencia.
La parte más aperturista de la intervención de Rajoy estuvo en la repetición de la “boutade” de los magistrados del TC, que para llegar al consenso entre todas las tendencias dijeron que el derecho a decidir cabe en la Constitución si se reforma. Es como decir que un coche corre mucho si se cambia el motor. Rajoy no entró al debate político. No sé si piensa que no llegó el momento o que este asunto se resuelve sin hablar de política.