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Juan Neira

LARGO DE CAFE

BIPARTIDISMO, TEST DE ESTRÉS

Superado el ecuador de la campaña electoral el interés por los discursos de los candidatos es muy reducido. La aportación más notable fue el comentario de Arias Cañete sobre el cuidado que tienen que tener los varones para no apabullar a las mujeres en los debates y ser tachados de machistas. En la víspera el propio Arias Cañete había discutido por espacio de una hora con Elena Valenciano sin que quedara grabada en la memoria de la audiencia una sola frase de ambos.
La crítica de los medios hacia las intervenciones de los candidatos consiste en decir que no hablan de Europa, sino de política española. Menos mal. Si les diera por explayarse sobre la Unión Europea el escaso público que permanece atento desertaría en masa. En primer lugar porque la capacidad de los eurodiputados españoles para influir en las decisiones comunitarias es mínima y, en segundo lugar, porque las resoluciones del Parlamento de Estrasburgo le traen al pairo a la gente. A los españoles, como a los portugueses, italianos, griegos, franceses, chipriotas e irlandeses, lo que les preocupa es lo que diga la Comisión Europea, el órgano de gobierno, y temen por encima de todo a Ángela Merkel, que es el único líder con capacidad para imponer su voluntad en la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Banco Central Europeo. En esas tres instituciones se juega el empleo de los españoles, su consumo, la cuantía de los impuestos, las restricciones de crédito y las prestaciones sociales. A su lado, la contienda electoral es un tema menor.
LOS DOS GRANDES
Las urnas sirven para medir la correlación de fuerzas entre los partidos políticos. Estamos al inicio de un gran ciclo electoral, que durará dieciocho meses, en el que se renovarán la composición de todas las cámaras territoriales, desde la magna Cámara europea, con sus 750 escaños, hasta el más remoto de los ayuntamientos. Hay interés por conocer al ganador de los comicios, una victoria que se dirime entre los dos grandes partidos, PP y PSOE. El asunto tiene importancia, porque en caso de ganar el PSOE la iniciativa política pasaría a manos de los socialistas. La mayoría absoluta de Rajoy en el Congreso de los Diputados sería una mera referencia nominal, ya que un PP derrotado tendría que gobernar de forma diferente. Empezar el ciclo electoral con un resultado adverso obligaría al Gobierno a realizar muchas más concesiones en el año que resta hasta los comicios autonómicos y locales. En resumen, tendríamos un Gobierno débil.

La otra cuestión que se dilucida en las urnas es la relación entre los partidos mayoritarios y minoritarios, verdadera novedad de estos comicios. Después de muchos años, el mapa electoral español puede transformarse. En todos los sondeos sobre intención de voto destaca el incremento de escaños de IU y UPyD. En la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) la ganancia de cuota electoral de los partidos minoritarios es notable, mientras PP y PSOE se sitúan en su registro más bajo, pero aun así, los dos grandes conservan la hegemonía.
CRÍTICA DE MINORITARIOS
Ahora bien, el crecimiento de los pequeños y el encogimiento de los grandes han puesto de largo el discurso de la crítica al bipartidismo. Hasta hace muy poco, el bipartidismo, como rasgo del sistema electoral español, era visto como una virtud porque aporta estabilidad, pero en el presente se ve como un problema. El primer político español que hizo de la lucha contra el bipartidismo el núcleo de su discurso fue Francisco Álvarez-Cascos, que ganó las elecciones autonómicas del 22 de mayo de 2011 con el argumento de que PSOE y PP eran cara y cruz de la misma moneda. Plantear la batalla desde esas premisas supone desafiar el statu quo. El bipartidismo asturiano sólo quedó herido, supo recomponerse y retornar al poder diez meses más tarde. Hoy, el Gobierno socialista, en clara minoría en la Junta General del Principado, gobierna sin dificultad gracias al apoyo que recibe del PP en el Parlamento. Distintos programas, pero los mismos intereses.
Desde mayo de 2010, hace ahora cuatro años, se hace en España la misma política, con Zapatero y con Rajoy. Subida generalizada de impuestos, recortes sociales y fuerte descenso de la inversión pública. El esfuerzo económico extraordinario se hizo para consolidar el sector bancario. La política de los dos grandes grupos ante la crisis suscita recelos en la sociedad y ha propiciado que los partidos minoritarios hayan elevado al bipartidismo a la categoría de gran mal de la política española. Por eso Rubalcaba saltó como un resorte cuando Felipe González apoyó la formación de un gobierno PSOE-PP. A lo largo del ciclo electoral, que empieza el domingo, el bipartidismo va a ser sometido a un test de estrés.

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por JUAN NEIRA

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