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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL GOBIERNO DE LA GENTE

¿Se acuerdan que hace unas semanas se decía que las elecciones europeas no servían para nada, aportando como prueba la elevada abstención y la vida muelle de los eurodiputados en Bruselas? Pues bien, no recuerdo una convocatoria a las urnas que haya influido tanto en la vida española, en los partidos políticos y en las convicciones de los ciudadanos. En el país que nadie dimitía han dicho adiós los dirigentes socialistas, Pérez Rubalcaba, Patxi López, Pere Navarro y Roberto Jiménez, por los males resultados cosechados en el conjunto de España y en varias comunidades autónomas, como el País Vasco, Cataluña y Navarra.
De las urnas ha salido Podemos, la principal novedad política en muchos años. Hago un inciso: el mapa electoral español quedó configurado en las primeras elecciones generales -celebradas tal día como hoy hace 37 años- y conoció dos importantes aportaciones en la primera década de rodaje democrático, la creación de Herri Batasuna, que debutó con gran éxito en los comicios municipales de 1979, e Izquierda Unida, que se estrenó en las elecciones generales de 1986, con siete diputados; la tercera gran novedad es UPyD, que logró un millón de votos en las elecciones del pasado 25 de mayo. Bildu (Batasuna actualizada), IU y UPyD gozan de buena salud.
HIJOS DE LA CRISIS
Pues bien, Podemos es un fenómeno político con un potencial igual o superior al del resto de fuerzas citadas. Los hijos de la crisis económica tienen ya la formación política que anhelaban, con la proa puesta contra los bancos y la clase política, las dos bestias negras de parados, desahuciados, damnificados y descontentos varios. Palabras sencillas y directas al alcance de todos los oídos: los males tienen remedio (“podemos”) y los culpables, rostro conocido. Y muy importante, Podemos tiene un gran líder, reconocido y reconocible, algo de lo que carece todo el arco político español, con la excepción de UPyD y Foro.
Otra novedad de los comicios europeos es la aparición de una mayoría de izquierdas que está oculta tras la victoria del PP. Con alianzas, la izquierda puede gobernar en ayuntamientos y comunidades autónomas el próximo año. Ligado a este cambio se encuentra el derrumbe del bipartidismo, cosa que no había acontecido hasta ahora.
Más importante que todo lo anterior son los efectos que tuvo el recuento electoral por vía indirecta. Sin el abandono de Rubalcaba, es muy dudoso que el Rey hubiera abdicado de una forma tan precipitada. Las elecciones europeas marcan una frontera entre la representación política tal como la hemos conocido durante más de tres décadas y el sistema que está por venir. No sólo habrá un cambio de grupos, de mayorías y minorías, sino del papel de representantes y representados. El concepto de autoridad es lo que está en juego. Un cambio visto con ilusión, pero que conlleva ribetes inquietantes. De la noche a la mañana emergieron dos grandes novedades, el protagonismo de las bases (militantes, ciudadanos) y el papel de las consultas o referéndum. Las dos impulsadas por Podemos.
REFERÉNDUM
Los socialistas están dispuestos a dejar en manos de los afiliados las decisiones trascendentes. En IU, el reclamo es más insistente todavía. Falta que el PP se sume a la tendencia. La nueva doctrina consiste en que los órganos de dirección quedan limitados y la opinión de los representantes la decidan los representados. Dicho de una forma que engancha: se hará lo que decida la gente.
Hay muchas, muchísimas, razones para desconfiar de diputados, concejales, presidentes, ministros y consejeros. A estas alturas de la vida resulta irritante oír que “la gran mayoría son gente honrada”, porque se trate de un apriorismo sin base. Ahora bien, poner las decisiones de Estado a la altura del orden del día de una comunidad de vecinos es falso y demagógico. Si se aprovechara la tarde de este domingo para hacer, vía telemática, una consulta a los españoles sobre el modelo energético que debemos adoptar es muy probable que la respuesta mayoritaria fuera un sí rotundo a las renovables. La misma mayoría que se queja del precio de la factura de luz estaría votando que se intensificara el uso del factor que más la encarece. O peor aún, a lo mejor un día de calma no funcionarían los ascensores ni los quirófanos ni los ordenadores: todos a la playa, sanos y enfermos.
Si se hiciera la misma consulta sobre la red de transporte eléctrico, habría un recorte de torres de alta tensión porque en no sé qué páginas de Internet dicen que provocan cáncer. Pongo estos ejemplos porque si en nuestra avanzada y evolucionada sociedad se corta la luz entra por la puerta la Edad Media.
Entre los países avanzados, Suiza lidera la práctica de referéndum. A la luz de los discursos en boga –“que decida la gente”- esa costumbre beneficia al pueblo. En Suiza no hay salario mínimo; partidos de izquierda y sindicatos propusieron establecerlo en 3.270 euros y un 77% de los suizos votó en contra. También se sometió a consulta que los directivos no pudieran ganar en un mes más de lo que perciben los empleados en un año y el 65% de la población rechazó poner techo a los emolumentos de los ejecutivos. En resumen, acabemos con la casta, pero no sustituyamos la democracia por la demagogia.

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por JUAN NEIRA

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