Cinco gobiernos regionales se plantean rebajar el tramo autonómico del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). La bajada del tramo estatal se complementa en esos territorios con la disminución del gravamen regional para suerte de sus ciudadanos. Madrileños, valencianos, extremeños, navarros y cántabros saldrán beneficiados. También se podría decir que el resto (riojanos, murcianos, asturianos, etcétera) salimos discriminados porque soportaremos una mayor carga fiscal, sin obtener ninguna contraprestación extra. Entre los cinco gobiernos destaca la decisión de José Antonio Monago, presidente extremeño, que ya había rebajado el IRPF el otoño pasado, y ahora volverá a bajar los tipos impositivos para que el 90% de los ciudadanos paguen menos. Los contribuyentes que ganen por debajo de 24.000 euros tendrán una disminución del 15% en sus obligaciones tributarias. De media, los ciudadanos recibirán una devolución de 300 euros. Como todo lo que entra en un sitio sale previamente de otro, la hacienda extremeña contará con 50 millones menos.
El Principado no se suma a la política de bajar los tributos. Los asturianos hemos conocido en los últimos cuatro años todo tipo de alzas fiscales que nos aplicaron los gobiernos de Zapatero, Areces, Rajoy y Javier Fernández. Pagamos mucho más por impuestos estatales y autonómicos que antes. La justificación del Gobierno socialista para mantener una presión fiscal alta se basa en la necesidad de contar con más dinero para financiar los servicios públicos. La defensa de esta tesis la compatibilizan con la presentación de superávit presupuestarios, trimestre tras trimestre. Una de dos: sobra dinero o falta, las dos cosas a la vez es imposible. Llegamos así a un revelador contraste. ¿Por qué Extremadura, con un gran sector público –el 33% del empleo regional es público, récord en España-, puede bajar dos veces seguidas el IRPF, y Asturias, sin embargo, tiene que mantener los tipos impositivos más altos de España? No hay respuesta.
Más allá de las consideraciones concretas, en la dieta fiscal juega un papel muy importante la perspectiva ideológica. Por principio, los socialistas consideran que el mejor destino para el dinero es la caja de las administraciones. De ahí que consideren un acierto trabajar con impuestos altos para que los ciudadanos no desperdicien el dinero consumiendo sin sentido.