La Asamblea gijonesa de IU terminó como se esperaba, con las dimisiones de dos de los tres concejales y la militancia dividida en dos bandos radicalmente enfrentados. En un mes se ha pasado de la normalidad al suicidio colectivo, siguiendo una secuencia inscrita en el ADN de IU. El enfrentamiento fue tan gratuito, injustificado y absurdo que tal parece que la ruptura era un objetivo irrenunciable, y el medio para llegar a ello la caza del concejal.
La Asamblea se desarrolló en dos actos. Comenzó el 24 de junio; el hecho más relevante de la apertura fue el anuncio de abandono del Ayuntamiento por parte de los concejales, Jorge Espina y Libertad González; concluyó el 3 de julio, con la organización partida en dos. Por el medio hubo una pausa de nueve días que no sirvió para nada, pese a que la dirección de la organización gijonesa había solicitado calma y prometido negociar exhaustivamente hasta llegar a un acuerdo. Como desvelaba ayer Libertad González, el coordinador de Gijón no se puso en contacto con ella en ningún momento.
SANTIANES
El detonante de la crisis fue un artículo de opinión de Francisco Santianes, publicado en EL COMERCIO, lleno de invectivas contra el portavoz municipal. Ni el coordinador de Gijón, Marcos Muñiz, ni el coordinador de Asturias, González Orviz, condenaron los ataques de Santianes. Cuando el secretario de Organización de Gijón desordena el partido a través de una exposición “ad hominem”, el silencio de los máximos dirigentes del grupo significa complicidad con el desestabilizador. No censurar a Santianes implica culpar a los otros dos concejales de la situación creada.
Lo más relevante de la crisis de IU es la ausencia de debate político. Ni una crítica a Jorge Espina por su labor como portavoz municipal. Escuchadas las intervenciones, el mayor defecto de Espina consiste en convocar espichas. Así como suena. Santianes lo expuso de una forma muy clara, las discrepancias en la organización de IU se articulan en torno a la mesa de comer y beber; por un lado están los que asisten a corderadas en la Granda y a espichas en “El Candasu”, y por el otro los ortodoxos de la organización que sólo comen en familia el plato del día y beben agua. Con ese dispar régimen de vida es imposible mantener la unidad. El aparato también aspira a estar “fartucu”.
Ante la ausencia de defectos políticos, el aparato se fijó en las costumbres personales. No les gusta la forma de desenvolverse de Espina. Un planteamiento tan primario apenas cubre la verdadera causa del enfrentamiento: el sillón de concejal. El objetivo es el clásico “quítate tú para ponerme yo”. El aparato quiere colocar a su gente en el grupo municipal y para ello el gran obstáculo es Jorge Espina, de ahí la necesidad de embarrar su figura. El pulso entre los dos bandos se dilucidará en la Asamblea de septiembre para elegir nuevo coordinador. Luego habrá elecciones primarias para encabezar la candidatura electoral, pero esa segunda cita vendrá condicionada por el resultado de la primera.
Tras la frustrante Asamblea del 3 de julio, está garantizado que la organización llegará dividida en dos bandos a la elección de coordinador y candidato a alcalde. No será una competición entre compañeros o entre circunstanciales rivales, sino entre enemigos. De perpetuar odios saben mucho los dirigentes de IU. Habrá un bando de vencedores y otro de derrotados, y sobre esa base la dirección entrante tendrá muy difícil integrar a los perdedores. Cuando lleguen las elecciones primarias el aparato repetirá su táctica favorita: buscar a una figura de bajo perfil, poco afectada por la refriega, y detrás de ella irán al Ayuntamiento los viejos rockeros de mayo del 68.
El desgaste de la organización será brutal. Dos concejales han dejado la Corporación y ahora llega el espectáculo de buscar sustitutos tras las previsibles dimisiones en cadena de los que ocupaban los siguientes puestos en la lista. La cascada de renuncias traerá a la memoria el vodevil de Cudillero.
ORVIZ
La crisis de Gijón se sustancia en un momento en que despunta un sector crítico en Oviedo, contrario al coordinador, Alejandro Suárez; y en Avilés, donde Rañón, en la última Asamblea, sólo perdió por dos votos. Lo mismo ocurre con Enemerito y Fernando Bello en Langreo, muy amigos y compañeros de batalla del exdiputado Ángel González. En Mieres, el aparato y el alcalde están en dos bandos.
No sé si González Orviz valoró bien todas estas cosas cuando rechazó la propuesta pacificadora de formar en Gijón una comisión paritaria con tres patas: el sector que apoya a Jorge Espina y Libertad González, el sector oficial y la dirección regional, con el objeto de preparar la Asamblea de septiembre, y el compromiso de evitar las dimisiones de los concejales.
IU va a llegar debilitada a los comicios municipales y autonómicos de 2015. A las heridas internas se suma la irrupción de Podemos, nuevo competidor que ya le ganó en Asturias y en Gijón la batalla de las urnas europeas. La oferta de fusión o pacto realizada por IU es irreal y da idea de que no entendieron el fenómeno. Lo aclaraba el otro día, en estas páginas, Mario Suárez, el portavoz de Podemos en Gijón, cuando negaba cualquier relación con IU, “ni matrimonial ni extramatrimonial”. A lo mejor lo invitan a tomar unas copas para hablar, dado que los estatutos de IU prohíben las espichas y las corderadas.