De los dineros públicos la gente aprecia los recortes, sobre todo si se producen en la sanidad o los servicios sociales, y el derroche (uso de coches lujosos, pernoctaciones en hoteles de cinco estrellas, viajes de placer disfrazados de interés laboral), pero no asume los problemas de fondo, cifrados en tener unos ingresos inferiores a los gastos. A nadie puede extrañar, ya que si se eligen representantes en las instituciones es precisamente para que ellos solucionen los problemas. Los políticos tampoco exponen claramente las dificultades financieras al envolver las cifras con discursos de corte ideológico que impiden objetivar las cuestiones. En resumen, que cuando oímos decir que en los dos próximos años hay que equilibrar las cuentas estatales en 40.000 millones de euros, o que el Principado tiene una deuda que supera los 3.000 millones, no entendemos la trascendencia de esas cifras, así que las escuchamos con indiferencia.
El embrollo financiero adquiere un nivel superior cuando se habla de modelo de financiación autonómica, asunto abstruso donde los haya, que nadie se tomó la molestia de explicar a los ciudadanos. Hablar de fondos de competitividad, convergencia o suficiencia es lo mismo que asistir a una clase de chino, pero en castellano; no digo nada cuando citan la población equivalente, como concepto distinto a la población en general, al igual que los sindicatos de la minería distinguen entre edad química de edad física, para hablar de prejubilaciones. En una ocasión, un político asturiano, competente en la materia, me dijo que sólo cien españoles conocían a fondo el modelo de financiación autonómica. Ante tamaña opacidad no puede extrañar que los catalanes comulguen con el lema de “España nos roba”, o que nosotros creamos que Asturias lleva décadas marginada por el Estado. Cuando los problemas se mantienen en la oscuridad, las soluciones propenden a la demagogia. Resulta verdaderamente pasmoso que los cambios de modelo de financiación se solucionen siempre con mayores desembolsos por parte del Gobierno de España.
Las cuestiones de financiación del gasto y la inversión pública se vuelven completamente ininteligibles cuando al sindiós de la financiación autonómica se añade la reforma de la Administración local, juntando dos asuntos heterogéneos que de forma interesada anudan los líderes regionales para sacar más dinero al Estado.