Al Gobierno asturiano no le agrada que la oposición hable de bajar impuestos y, mucho menos, que ponga como premisa para aprobar el presupuesto de 2015 el descenso de la presión fiscal. Guillermo Martínez considera prematuro hablar de fiscalidad cuando se desconoce el gasto público del próximo presupuesto. Con otras palabras, el consejero de Presidencia desea que los grupos de la oposición negocien sobre las cuentas regionales con el ánimo de modificar partidas de gasto, dejando los tributos inamovibles. Para el PSOE, esa es la forma más factible de llegar al acuerdo. Lo hemos visto hace cuatro meses, cuando el PP dio el visto bueno a los créditos extraordinarios del Principado al incluir partidas de gasto para sus ayuntamientos. Nada esencial, financiación para piscinas y equipamientos de ese tenor, mientras que la Zalia o los polígonos industriales se quedaron como estaban.
Guillermo Martínez asegura que todos los recursos son pocos para destinarlos a inversión y gasto social. Es cierto, el desempleo sigue en niveles altos y la forma de atajarlo es con inversión productiva. Más de la mitad de los parados no cobra ya el seguro de desempleo, así que hacen falta unos potentes servicios sociales. Ocurre, sin embargo, que el Principado predica una cosa y hace otra, o mejor, no hace nada. Brillantes discursos socialdemócratas que no se llevan a la práctica. La lucha contra el déficit público en Asturias se hizo a costa de las inversiones. El pasado 11 de junio, Serafín Abilio manifestó que el Gobierno no había licitado ni el 10% de las obras a las que se había comprometido para el primer semestre de 2014. De los 170 millones acordados sólo se habían licitado 16. ¿Para invertir tan poco hace falta tener unos impuestos tan altos? En cuanto al gasto social, en la mente de todos está la caótica gestión de la dependencia y del salario social, donde acumulamos los mayores retrasos de España. A la vista de estos datos no resulta fácil entender cómo se las ingenia el Gobierno para consumir todo el dinero que le dan los ciudadanos.
Pese a los razonamientos de Guillermo Martínez, los presupuestos, como las casas, se empiezan por los cimientos. Lo primero de todo es fijar los ingresos que se tienen (siempre finitos), y a partir de ahí se distribuyen entre las necesidades (siempre infinitas). Tiene razón el PP cuando pide bajar los impuestos, aunque obligue a clausurar las piscinas de sus ayuntamientos.