Los catalanes se aprestan a vivir un otoño de emociones fuertes que tiene marcado en el programa tres eventos principales: la celebración de la Diada el próximo jueves, la comparecencia parlamentaria de Jordi Pujol a finales de mes, y la consulta por el derecho a decidir del 9 de noviembre. Los partidos nacionalistas llevan más de un año calentando motores para proceder a la consulta soberanista con moral de victoria, pero según se acerca la fecha crecen las dudas, y las grietas en el frente catalanista son evidentes. Primero fueron las diferencias entre Duran i Lleida y Artur Mas que amenazan con romper CiU, la coalición de los partidos del nacionalismo moderado que gobernó Cataluña durante 26 años; en la actualidad es la tensión entre ERC y CiU, que puede originar un desgarro en el campo del catalanismo. Y resta por ver las trifulcas internas que originará el fiasco de la consulta del 9 de noviembre, porque todo indica que el resultado de la jornada no va estar a la altura de las expectativas levantadas.
No deben de extrañar los conflictos, presentes y venideros, dentro del nacionalismo, al haber optado por confrontar con el Estado. Cuando el presidente Maragall elevó el listón de las exigencias catalanistas las peleas entre los socios de aquel tripartito (PSC, ERC, ICV) fueron constantes. El proceso para llegar a la aprobación del nuevo “Estatut” resultó convulso, con la sorpresa del arreón final dado por Zapatero, aliándose con CiU, grupo que lideraba la oposición al tripartito, para desembocar en el desencanto del nacionalismo catalán tras la sentencia del Tribunal Constitucional. Los catalanistas siempre tuvieron una vida cómoda dentro de las instituciones cuando gobernaron con pragmatismo y dejaron el radicalismo para los discursos. En el momento que se enfrentaron con el Estado se desataron las crisis internas.
Las andanzas de Jordi Pujol con Hacienda van a suponer un golpe duro para CiU, porque durante 23 años gobernó Cataluña y fue el indiscutible hacedor de la formación política. Tantos indicios de corrupción en varios miembros de su familia sugieren que el partido está también contaminado. Las prácticas del presidente fueron un contraejemplo para su entorno. A ese lamentable pasado se une el error de Artur Mas al optar por la ruptura con España, error que le va costar la carrera política y el hundimiento de CiU. La ciudadanía les culpará del fracaso colectivo.