El Comité Federal del PSOE ha fijado el calendario de elecciones primarias, que en Asturias se celebrarán el 19 de octubre, en Gijón, Oviedo, Avilés, Mieres, Siero y Castrillón. En los primeros días de septiembre el aparato de la FSA se ha dedicado a preparar el escenario para la contienda, y para ello era preciso que los líderes socialistas de Gijón y Avilés hicieran expresa renuncia de sus legítimas aspiraciones. Dos casos muy distintos.
AVILÉS
Pilar Varela ha ganado dos veces en las urnas la Alcaldía de Avilés, y es la principal representante del PSOE en el actual mapa municipal asturiano. Se trata de una política competente, con un proyecto para la Villa del Adelantado, que se vio envuelta en el expediente judicial del Niemeyer, y está imputada por el juez. En esas condiciones no es apta para ser candidata (dejo para otra ocasión el análisis sobre la estrategia seguida por Ana González, presidenta de la Fundación Niemeyer, sobre lo acaecido en el centro cultural: está a dos pasos de homologarlo al Palau de la Música). A todo ello, hay que sumar el escaso aprecio que le tiene el aparato de la agrupación avilesina a la alcaldesa, como ocurre siempre con cualquier líder que no rinde culto a las liturgias internas.
Pilar Varela se convirtió en noticia la primera semana de septiembre cuando dio por terminado su ciclo vital en el Ayuntamiento. Una hermosa disculpa para orillar la verdadera razón del descabalgamiento municipal: los papeles del juez y los colmillos del aparato. Pilar es una persona muy natural y espontánea, de modo que la tristeza de su rostro no guardaba simetría con sus palabras.
El caso de Santiago Martínez es distinto, porque no ganó ninguna alcaldía, pero tampoco lleva adosada una causa invalidante para repetir como candidato. El descarte de Santiago Martínez viene de muy lejos, cuando las cúpulas del partido y del Gobierno empezaron a pensar que se habían equivocado de hombre.
A decir verdad, no sé por qué empezó tan pronto el jefe y su entorno a desconfiar del portavoz socialista. Primero vino la ronda habitual de chequeo sobre el personaje, posteriormente, las caras de preocupación cuando salía el tema, y luego la unánime valoración negativa sobre su gestión.
TRES RAZONES
Santiago Martínez perdió la batalla por tres razones. Desde el inicio cometió un error estratégico al oponerse a la doctora Moriyón, no a la alcaldesa Moriyón. Esta confusión entre rol público y vida privada se volvió como un boomerang contra el portavoz socialista. Tratar de descalificar a una alcaldesa porque, ocasionalmente, opera a mujeres de cáncer de mama, para no perder destreza, es desconocer la sensibilidad de esta sociedad. Creer que está mejor visto el ocio lúdico de un político ya de por sí ocioso (discúlpenme la redundancia), que la dedicación gratuita de una cirujana a su profesión, es estar en la inopia.
El último paso errado por esa senda es la campaña del portavoz sobre la ampliación del Hospital Begoña, blandiendo fotos. El recrecido del hospital cuenta con el visto bueno de los servicios técnicos municipales, pero más allá de eso, cómo puede pensar un candidato a la Alcaldía de Gijón que es popular poner objeciones a una actuación así, cuando es un hospital de mutuas, no un centro privado reservado para los ricos. Estoy seguro que más de un concejal socialista pasó por ese hospital, como yo mismo fui a hacerme alguna prueba.
El segundo error fue el caso de las cocheras, que estalló tardíamente, como ocurre tantas veces en política. En el anterior mandato, siendo concejal de Hacienda y presidente de Emtusa –la empresa de los autobuses municipales-, Santiago Martínez, se procedió a construir unas cocheras nuevas, dentro de una operación compleja que elevaba la factura de los 19,7 millones que habían costado las obras a los posibles 84,6 millones, dependiendo de la evolución del IPC durante los 30 años que duraba el contrato. Una operación muy lesiva para los intereses de los gijoneses y muy sustanciosa para la empresa privada, Jesús Martínez Construcciones. El asunto de las cocheras erosionó fuertemente la imagen del alcaldable.
El tercer error fue la vicepresidencia de Cajastur y Liberbank, en un momento en que la entidad financiera retiraba la subvención de muchas actividades gijonesas, sin que el líder socialista hiciera nada por evitarlo, pese a estar en el sillón en representación del Ayuntamiento. Entre el escaño opositor y la vicepresidencia bancaria, Santiago Martínez se convirtió en el cargo público gijonés con unos emolumentos más elevados. Un socialista hablando de la insoportable tasa de paro con unos ingresos económicos desorbitados. El asunto provocó mil comentarios.
FSA y Gobierno, Gobierno y FSA, no tuvieron dudas: había que sacar a Santiago Martínez del Ayuntamiento de Gijón para tratar de recuperar la Alcaldía. El aparato echó mano de José María Pérez, “Josechu”, político muy conocido en Gijón y que le inspira gran confianza al jefe. EL COMERCIO publicó la primicia del cambio en el pasado mes de julio, y en esta columna aludimos a ello hace dos o tres semanas. El pasado jueves se puso Santiago Martínez delante de los micrófonos para decirnos que había decidido, “por estrategia electoral”, dar paso en el Ayuntamiento a candidatos con frescura (“Josechu”). Vaya papelón.
Santiago Martínez tiene un hueco en la candidatura al Parlamento asturiano, aunque aún está a tiempo de ir a la Universidad de Oviedo y competir por la sucesión de Gotor. Es imposible que allí pise tantos charcos.