El desafío de la Generalitat ha despertado el ingenio de los políticos, con Pedro Sánchez a la cabeza. El hiperactivo secretario general del PSOE plantea un nuevo pacto constitucional para dar solución al desafío nacionalista catalán y para perfeccionar nuestro modelo democrático. Entre el inmovilismo de Mariano Rajoy y el rupturismo de Artur Mas, Sánchez propone una tercera vía que consiste en poner patas arriba el actual marco jurídico-político para terminar sin solucionar nada. Sánchez heredó el naipe federal, que se sacó Rubalcaba de la chistera, sin precisar en qué mejora el actual Estado de las Autonomías. Un cambio nominal, simple maquillaje, que no puede contentar a los que propugnan un referéndum independentista. La única ventaja que contiene la alternativa del PSOE es arrebatar la iniciativa al Gobierno, algo, por otra parte, tan sencillo de lograr que no hace falta destripar la Constitución para alcanzarlo.

Los partidos de gobierno, PP y PSOE, no pueden colaborar en la ceremonia de la confusión. Ante los gobiernos de nuestros socios europeos se transmite una imagen horrible, de provisionalidad, como si estuviésemos en plena transición democrática, y tuviéramos dudas sobre cómo nos llamamos, qué somos y qué queremos ser. Todos los partidos nacionalistas, catalanes y vascos, recibieron con absoluta indiferencia la ocurrencia del cambio autonómico por el federal, porque no da respuesta a sus demandas, de modo que Pedro Sánchez no debería levantar falsas expectativas.

En la misma línea de frivolidad o irresponsabilidad cabe colocar la iniciativa de la izquierda en la Junta General del Principado pidiendo un cambio constitucional para introducir consultas vinculantes, poniendo como único requisito para convocarlas el aval de 500.000 firmas. Asturias es la primera comunidad autónoma que envía una propuesta de este tenor al Congreso de los Diputados. Que IU lo proponga entra dentro de lo previsible, pero que el sesudo grupo socialista de Javier Fernández apoye con sus votos la iniciativa de IU da mucho que pensar. En vísperas de someter la ley de consultas catalana al veredicto del Tribunal Constitucional, llega la izquierda asturiana y echa unas ramas en la hoguera. Qué sentido de la oportunidad. Qué sentido de Estado. Debe ser que como ya no pueden perfeccionar más el marco jurídico asturiano, exportan sus brillantes ideas a Madrid.