El ministro con una trayectoria pública más destacada del Gobierno ha sido el primero en abandonar la mesa del Consejo de Ministros. De todo el Ejecutivo de Rajoy, Ruiz- Gallardón era el único político con peso específico propio, capaz de aportar un plus electoral a las siglas del partido, mientras el resto hizo su carrera política refugiado en puestos anónimos de listas bloqueadas y cerradas. Gallardón dimite, muy a su pesar, porque el presidente no le deja otra alternativa. Brutalmente desautorizado y con la oposición pidiendo su cabeza, el ex ministro de Justicia dijo que se va de la política para no volver.

Sólo recurriendo a argumentos psicológicos se puede entender el enorme error de un tipo tan inteligente y experimentado como Gallardón. Veamos. En el programa electoral, el PP decía que se va a “reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores”. Traducido: nada. Al empezar la legislatura, el ministro se embarcó en muchas iniciativas (cambiar la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, introducir tasas en todos los recursos judiciales, revisar el Código Penal, etcétera); entre ellas estaba la redacción de una ley orgánica sobre la protección del concebido y los derechos de la embarazada. El proyecto de Gallardón suponía volver a la regulación legal del aborto aprobada en el primer mandato de Felipe González, lo que traducido a las coordenadas del PP, se puede decir que era volver a la ley de aborto tolerada por Aznar. No obstante, Gallardón le dio un toque especial, con la protección de la existencia del feto con malformaciones.

Nadie mejor que él para darse cuenta que una norma así suponía abrir un virulento debate en el Parlamento y en la calle, del que no podría salir indemne. Si Wert se arriesgaba con la LOMCE, Gallardón incurría, directamente, en temeridad. Para colmo, el ex ministro de Justicia siempre fue la paloma por excelencia del PP (un estatus que sólo se lo discutió Pimentel, aunque por un periodo muy breve) y con la nueva ley de aborto pasaba a liderar el grupo de los halcones. Con todas esas premisas, para seguir adelante con el anteproyecto había que estar muy seguro del respaldo de Rajoy. El error de cálculo fue de descomunal, Rajoy se enmendó a sí mismo, y Gallardón quedó colgado de la brocha. Muy brillante, muy inteligente, pero con un ego tan grande que no supo ver que estaba abocado a la interrupción voluntaria de su mandato.