Artur Mas va a presentar el libro blanco de la independencia para convencer a los catalanes de que romper con España tiene más ventajas que inconvenientes. Se ve que al presidente de la Generalitat le duele el goteo de informaciones que aparecieron estos meses pronosticando que la independencia llevaría al colapso de la economía catalana y su posterior e irremediable empobrecimiento; con su libro blanco va a demostrar que constituir un estado de 7 millones de ciudadanos en la Europa meridional tiene mucho futuro.
Estoy convencido de que españoles y catalanes sufriríamos una grave pérdida con la separación de Cataluña, pero el perjuicio sería mucho mayor para ellos que para el resto de la nación. Quedar fuera de la Unión Europea y de la moneda común sería un golpe tremendo para su pequeña economía regional, que llevaría aparejado la deslocalización de los bancos (Caixabank y Sabadell ya lo advirtieron) y de grandes empresas. Al aislamiento de Cataluña se sumarían las tremendas consecuencias de la inevitable guerra comercial que se abriría con el resto de España, porque la demanda de productos catalanes caería en picado. El 45% de las ventas catalanas, fuera de su territorio, tienen como destino a España. Las exportaciones son fundamentales para su economía, ya que constituyen el 66% de su PIB. Para darnos cuenta de la importancia de las exportaciones a España basta con compararlas con las que realiza a Francia, país también limítrofe, pero que compra la sexta parte de productos catalanes que los españoles. A todo ello hay que añadir la deuda asumida por la Generalitat que sobrepasa los 61.000 millones y tendría que ir devolviendo sin la ayuda del Fondo de Liquidez Autonómica, un instrumento creado para rescatar a la Administración catalana de la quiebra. Aunque los nacionalistas no se lo imaginan, porque llevan años tomando dosis extra de TV-3, la ruptura con el Ministerio de Hacienda tendría un efecto desastroso para sus finanzas semejante al causado por Gorbachov a Cuba el día que dejó de dar petróleo gratis a Fidel.
Cualquiera que haya seguido los avatares de los gobiernos tripartitos, presididos por Maragall y Montilla, y el actual encabezado por Artur Mas, habrá constatado la enorme conflictividad, política y social, originada por las decisiones de la Generalitat. En la actual clase política catalana hay mucha más “rauxa” que “seny”. Y lo van a pagar muy caro.