La Fiscalía Anticorrupción ha citado a Antón Saavedra para declarar sobre el “caso Villa”. El que fuera secretario general de la Federación Estatal de Mineros de UGT en los primeros años de la democracia declaró hace unos días a EL COMERCIO que “la fortuna de Villa es la punta del iceberg”. La fiscal, Carmen García Cerdá, considera relevante su testimonio como testigo.
Si alguna vez tuvieron una buena relación Villa y Saavedra fue hace mucho tiempo, tanto como para que la memoria sólo recuerde un largo trecho de críticas y una historia de distanciamientos. Los sindicatos, como todas las organizaciones jerárquicas, tienen sus propias contradicciones, de modo que en ocasiones el poder no coincide exactamente con los galones. Saavedra era jefe teórico de Villa, entre 1976 y 1989, justo el periodo en que la pantera de Tuilla levantó su estructura de poder en el Soma y en la FSA. Saavedra mandaba desde la lógica del organigrama, pero Villa tenía a sus órdenes un ejército sindical en las cuencas, daba directrices en el grupo parlamentario socialista y marcaba deberes a los presidentes del Principado. Con la leyenda de la minería asturiana por enseña, Villa, apoyado en Alfonso Guerra, estaba blindado de toda crítica en la familia socialista. Desde una perspectiva humana siempre fueron dos personas diametralmente opuestas. Saavedra impulsivo, retador, dispuesto a lanzarse a la batalla a cuerpo gentil, dado a enfrentamientos estériles y con aquel final tan extraño, abandonando el grupo parlamentario de IU para dar la mayoría parlamentaria a Sergio Marqués. Villa, sutil, cerebral, amparado en el grupo, rodeado de guardaespaldas, auténticas torres humanas, en una época en que los presidentes del Principado no llevaban a todas horas escolta. No eran exactamente el bueno y el malo, pero jugaban a eso.
Villa y Saavedra saben muchas cosas uno de otro, pero no creo que a estas horas tengan nada que reprocharse. Visto en perspectiva, su testimonio sólo puede servir para los arqueólogos de la transición asturiana. El “caso Villa” son las declaraciones de Villa motivadas por el duro trato recibido en su partido y en su sindicato, cuando se supo del capital que tenía guardado. El “bigotes” soñaba con ocupar un lugar privilegiado en la historia de la minería, en pie de igualdad con Manuel Llaneza. Ahora es un apestado y la Fiscalía acumula material que incendiará los bosques en invierno.