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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA TROPA DE VILLA

La familia de José Ángel Fernández Villa ha presentado en la Cámara un informe médico que invalida al exsecretario general del Soma para someterse a las preguntas de los miembros de la comisión parlamentaria que investiga el origen de los 1,2 millones de euros que regularizó acogiéndose a la amnistía fiscal del año 2012. En el informe, tras describir el deterioro de su salud, concluye diciendo que no está en condiciones de afrontar pruebas que le exijan tener las facultades mentales intactas. Pese a las especulaciones de los diputados, el asunto no da para mucho más, ya que el respeto a los enfermos debe ser escrupulosamente respetado. No tiene sentido enviarle un cuestionario para que conteste por escrito, porque las limitaciones intelectuales afectan tanto ante una prueba oral como escrita.

Tal como se han planificado las comparecencias en la comisión (casi 70 personas pasarán en apenas ocho días) no cabe esperar declaraciones de gran interés porque no hay tiempo de profundizar en las materias. El material remitido es tan extenso que sirve más para ocultar que para enseñar. Algunos partidos han mostrado con qué ánimo van a hacer su trabajo al pedir que se limitara el ámbito de la investigación. Con todos esos condicionantes está el Parlamento obligado a llegar a conclusiones concretas que sirvan para resolver los interrogantes surgidos cuando se supo que Villa había regularizado 1,2 millones. En caso contrario estaríamos ante un sonoro fracaso. No está la Junta General del Principado sobrada de prestigio como para tomar iniciativas que no conducen a ningún sitio.

Sería bueno que las personas que colaboraron, ayudaron, obedecieron o sirvieron a Villa no cayeran en la suprema vileza de hacer leña del árbol caído, ahora que ya no pueden ponerse a su sombra. Villa no fue un ermitaño a lo largo de su trayectoria pública, al contrario, siempre estuvo rodeado de fieles, así que tras haber vivido largos años soportando su liderazgo para obtener beneficios, bien sea en forma de empleo, o de liberación sindical para no bajar a picar carbón, o de cargo público gracias al dedo del secretario general del Soma, no deberían incurrir en la ruindad de recomponer el pasado y despellejar al jefe que les protegió. Si primero aceptaron ser humillados, no deberían jugar ahora a ser rebeldes. Los vicios del general se extendieron a la tropa. Si quieren gestos de grandeza que se hagan el harakiri.

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por JUAN NEIRA

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