La ponencia que estudia la reforma del Estatuto de Autonomía ha decidido suprimir la limitación que contempla el actual Estatuto, donde consta que la Junta General del Principado tendrá entre 35 y 45 diputados. Los partidos quieren incrementar los escaños, reformando la ley electoral, pero para ello hace falta suprimir del Estatuto el artículo que acota el número de diputados. ¿Hace falta aumentar los escaños de la Cámara?
La Junta General del Principado tiene unas normas de funcionamiento similares al resto de parlamentos autonómicos, donde la libertad y la iniciativa del diputado quedan supeditadas a la personalidad del grupo. Los portavoces de las distintas comisiones llevan el trabajo de la Cámara y el resto de diputados se conforma con asistir a las convocatorias de plenos y comisiones, tomando en ellos una actitud gregaria consistente en votar lo mismo que el portavoz de turno. También hay derecho a la risa, el aplauso y el abucheo. Esta mecánica está copiada del Congreso de los Diputados, que se dotó de un primer reglamento interno en el verano de 1977, y en el que el protagonismo de la Cámara baja quedó en manos del estado mayor de los grupos parlamentarios. La participación activa no se da ni en las propias reuniones internas de cada grupo. Ejemplo: en la pasada legislatura, cuando el grupo socialista en el Congreso, constituido por 164 diputados, debatió el texto del “Estatut”, sólo tomaron la palabra dos diputados, mientras el resto escuchaba en silencio, sin apoyar ni discrepar.
La Junta General del Principado no ha abordado ninguna tarea para la que necesite más de 45 diputados. La jornada de trabajo anual de un diputado medio está muy por debajo de la que realiza un trabajador de cualquier sector laboral. En tiempos de crisis, las empresas aligeran plantillas, pero el Parlamento no se rige por condicionantes terrenales, sino que busca la excelencia aumentando la nómina. Los aparatos de los partidos tienen muchos compromisos y un Parlamento ampliado es un mecanismo de seguridad para ubicar a los descolocados. Una cosa es profesionalizar el rol de los políticos y otra crear una casta que crece en número y prebendas alimentada por los impuestos que pagan los ciudadanos.