Por unanimidad, el Tribunal Constitucional (TC) dejó en suspenso la resolución independentista aprobada por el “Parlament”. El TC advierte a 21 altos cargos (los miembros del Gobierno y los integrantes de la Mesa de la Cámara) que podrían incurrir en eventuales responsabilidades, incluidas las penales, si incumplen la voluntad expresada por el Alto Tribunal. En realidad, lo que se produjo es el efecto automático de la admisión a trámite del recurso interpuesto por el Gobierno de España, que conlleva la suspensión durante cinco meses del acto recurrido. A partir de aquí el TC puede analizar el contenido de la resolución independentista y dictar sentencia en el plazo de cinco meses o prolongar por tiempo indefinido la suspensión. La Generalitat ha querido contestar al Alto Tribunal, sin dilaciones, siguiendo el estilo inaugurado por Rajoy de comparecer ante los medios a cada paso que dan las instituciones catalanas hacia la ruptura con el Estado. La vicepresidenta, Neus Monté, una persona sobre la que se ha especulado que podría ser investida como presidenta para resolver el conflicto entre Artur Mas y la CUP, ha manifestado que el Ejecutivo en funciones tiene voluntad de aplicar la resolución del “Parlament”. Dicho con otras palabras: van a desobedecer al TC.
Las espadas siguen en alto. A corto plazo, el flanco más débil que tiene el bando independentista es la incapacidad para investir a un presidente. La CUP sigue en sus trece de vetar un nuevo mandato de Artur Mas. La falta de entendimiento entre Convergencia y la CUP sobre la persona que debe presidir el Gobierno convierte en broma todo el proceso independentista. ¿Cómo van a desconectar con España si son incapaces de ponerse de acuerdo sobre el liderazgo del grupo? La imagen que proyectan en España y en el extranjero es penosa. Se saltan la legalidad y no son capaces del mínimo consenso interno. Para evitar un segundo rechazo en el “Parlament”, Artur Mas trabaja sobre esquemas sofisticados, como ejercer de presidente desposeído de funciones, con tres vicepresidentes ejecutivos (Oriol Junqueras, Neus Monté y Raül Romeva). Un auténtico churro que pretende dar satisfacción a la gente de la CUP, interesados en un gobierno coral para acabar con las estructuras verticales de los gobiernos, propias de los sistemas burgueses. En pleno siglo XXI, es bien triste que tengamos que aguantar en España estas muestras de estolidez.