Conclusiones de cinco días de campaña. El argumento de las citas electorales ha cambiado. Durante décadas, PP y PSOE se enfrentaban a golpe de mitin o entrevista, mientras el resto de partidos (IU, nacionalistas catalanes y vascos) jugaba otra liga. La escena estaba ocupada enteramente por el antagonismo de los dos grandes y el interrogante pendía sobre el tipo de mayoría que saliera de las urnas. Digo el tipo de mayoría, porque el ganador casi siempre se conocía anticipadamente por las encuestas. Sólo se produjo la sorpresa en marzo de 2004, cuando tocaba el triunfo de Rajoy y se adelantó Zapatero. La gestión de los atentados del 11-M fue la causa. Hay que retroceder hasta 1993 para encontrar unos comicios con el resultado incierto. Antes y después siempre se supo quién iba a ganar y formar gobierno.
En esta ocasión, el bipartidismo ha quedado esfumado, pese a los esfuerzos de Pedro Sánchez por declarar que la única manera de apear a Rajoy de la poltrona pasa por votar al PSOE. De las campañas polarizadas del pasado se ha pasado a una guerra dialéctica de todos contra todos, que permite al presidente del Gobierno mantenerse guarecido en actos amables por las comunidades autónomas periféricas. Lucha sin atril en Madrid y el principal candidato refugiado en el espacio protegido de un parque nacional. Otra novedad de la presente campaña estriba en que la retórica de la izquierda y la derecha ha perdido intensidad. El PSOE no puede concentrarse en la derecha y que se le cuele Podemos por la izquierda, y el PP tampoco puede atacar exclusivamente a las izquierdas sin temor a que Ciudadanos le gane terreno por el centro. La nueva situación lleva a que un día el aparato del partido dirija los cañones a babor y al otro día lo haga a estribor, generando desconcierto.
El argumentario oficial marca la agenda, pero nadie enseña las cartas. Si fuera verdad lo que dicen los líderes de los partidos habría elecciones anticipadas dentro de un par de meses, porque ninguno se muestra dispuesto a apoyar a otro. Nos venden mercancía falsa cuando dicen que sólo aceptan dos opciones: presidir el Gobierno o estar en la oposición. Las Navidades llegarán con polémicas postelectorales. Tampoco creo en las rebajas fiscales de última hora. La Comisión Europea nos pide recortar otros 10.000 millones de euros y eso no se logra fácilmente con tributos a baja. En este punto me fío más de Pedro Sánchez, que no promete regalos fiscales.