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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA VENTA DE HUMO

La política catalana está tan desquiciada que el Parlamento tuvo que recurrir a la tarde de un domingo para elegir presidente de la Generalitat, tres meses y medio después de haberse celebrado los comicios. La sesión de investidura tenía un final asegurado –ya Artur Mas nos había explicado, en la víspera, la camisa de fuerza que le había puesto a la Cup-, por eso el interés estaba centrado en los argumentos de unos y otros, particularmente, en los matices. El principal objetivo era ver en acción a Carlos Puigdemont, el “muy honorable” presidente de la Generalitat, según la fórmula usada por la presidenta de la Cámara para investirlo. No tiene aún hechuras de presidente. Lógico, lo sacaron apenas unas horas antes del Ayuntamiento de Gerona para organizar la ceremonia exprés de nombrarlo nuevo presidente. Al ponerse delante del atril tenía claro dos cosas: debía rendir vasallaje a Mas y cultivar una imagen moderada. Lo primero lo logró de largo, con los ditirambos hacia su antecesor y jefe de partido, mientras que lo segundo quedó a medias, porque si bien es cierto que evitó las expresiones más hostiles (para no provocar a la oposición), no pudo ocultar que piensa organizar una Hacienda independiente, un sistema propio de Seguridad Social y fundar el Banco Central de Cataluña. Cinco años de alcalde le sirvieron para familiarizarse con trucos, como no contestar en la segunda intervención a ninguna de las preguntas planteadas por los portavoces de la oposición.

Del resto de intervinientes hay que decir que no hubo ningún discurso especialmente brillante, pero Inés Arrimadas, Miquel Iceta, García Albiol y Lluís Rabell dieron la talla, cada uno con su estilo. Inés Arrimadas y García Albiol pronunciaron discursos duros, sin contemplaciones; Iceta estuvo más contemporizador, aunque se mantuvo sólido en los principios, y Lluís Rabell hizo una intervención sencilla y apasionada culpando a los promotores del “proceso” de vender una mercancía (la independencia) que no van a poder ofrecer.

En el debate se introdujo Mariano Rajoy, con un discurso firme para todos los españoles, donde recordó que el Estado democrático tiene suficientes instrumentos en sus manos para hacer cumplir la legalidad y que él, como presidente de Gobierno, no va a dudar en aplicarlos. Visto a más de 800 kilómetros de distancia, todo el despliegue independentista parece pura desmesura que sólo va a engendrar frustración.

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por JUAN NEIRA

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