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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA OFENSA DEL DERROTADO

La entrevista entre Rajoy y Sánchez tenía un planteamiento meramente formal. El dirigente socialista se había negado a hablar con el presidente en funciones y sólo cuando el Rey le hizo el encargo de formar gobierno pidió verse en una sala del Congreso de los Diputados con su gran antagonista. Sánchez advirtió que sólo quería dialogar, sin hacer ninguna petición para la sesión de investidura a Rajoy, y el líder del PP anunció que le hablaría de los cinco grandes pactos que había comunicado, en la víspera, a Albert Rivera. Nadie esperaba otra cosa que un encuentro civilizado, políticamente inútil, aunque no desprovisto de relevancia, como siempre que se ven las caras los líderes de los dos grandes partidos de nuestra democracia.

La conversación fue inusualmente corta –veinticinco minutos-, tal como querían ambos políticos. Su contenido fue el propio de dos personas que prefieren dar un rodeo para no entrar en conflicto, por eso se centraron en el acuerdo entre Gran Bretaña y la Comisión Europea y la situación de los refugiados (temas planteados por Rajoy), para convenir en la necesidad de pactos de Estado sobre el terrorismo, la unidad territorial y las normas de convivencia (cuestiones suscitadas por Sánchez). Todo ello en menos de media hora. No se habló de alianzas para lograr la investidura, ni del programa de gobierno ni de la formación del mismo. En la rueda de prensa posterior, Rajoy se quejó de que el candidato socialista no le explicó su fórmula de gobierno ni le habló de Cataluña ni de la corrupción. La verdad es que Sánchez debía tener mucha prisa para no dejar encima de la mesa la porquería de Valencia y Madrid. No tiene muchas razones Rajoy para protestar, porque él tampoco habló de Cataluña, ni del futuro gobierno ni de las andanzas de Rita Barberá y su gente.

La entrevista estaba planeada como un encuentro meramente formal, susceptible de resumirse en una foto. Así fue. Ante un pelotón de fotógrafos y cámaras, los dos líderes posaron de pie y cuando Sánchez tendió la mano, Rajoy cogió aire y se abrochó la chaqueta, obligando al dirigente socialista a recomponer el gesto, mientras el desconcierto afloraba en su rostro. El mayor error de Rajoy desde la celebración de las elecciones. Una actuación impropia de cualquier dirigente democrático. Cuando todos quieren pactar, él evita estrechar manos. Las acciones del PP se despeñan más rápido que las de las empresas petrolíferas.

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por JUAN NEIRA

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