La salida del Reino Unido de la Unión Europea es una pésima noticia económica y política, que ha empezado a producir efectos negativos nada más conocerse el resultado del referéndum y durarán largo tiempo. No se dejen llevar por el tópico, el Brexit no es la consecuencia de la crisis económica en Inglaterra. Cuatro datos despejan las dudas. En 2015, el PIB británico creció el 2,5%, mucho más que en casi todos los países europeos. El año se cerró con un paro del 5,6% y la deuda está bajando. Por último: cuatro de cada cinco jóvenes menores de 24 años tienen empleo. Para qué añadir más cifras. El hundimiento de la libra esterlina es el primer efecto negativo. El Reino Unido captaba inversiones extranjeras en mayor medida que Alemania y Francia juntas. La devaluación de la moneda llevará a la pérdida de poder adquisitivo, así que los 14 millones de británicos que vinieron a España en 2015, si retornan, consumirán menos. El Brexit es producto de los efectos de la crisis económica en otros países, algunos de ellos muy alejados del Reino Unido. El Brexit fue posible por el miedo a la emigración, a que los forasteros se quedaran con el empleo y el dinero de los ingleses. Un miedo atávico que funciona siempre entra la población más desinformada: desempleados, trabajadores menos cualificados, personas de la tercera edad. Saludan con alegría la recobrada independencia que les transportará a la era Victoriana ¡Qué ingenuos! Todavía no se enteraron de que en el siglo XXI las fronteras equivalen a estancamiento y atraso. El viaje del nacionalismo acaba en la pobreza.
Las consecuencias políticas pueden ser más graves que las económicas. Tras un periodo de crecimiento, absorbiendo países heterogéneos, la Unión Europea inicia la desintegración. El referéndum inglés abre una nueva etapa. Las sociedades ricas, como la holandesa, sueca o danesa, sentirán la tentación de quitarse de encima a los emigrantes que pueblan centros de salud y escuelas para vivir ellos solos en armonía. Los países europeos pobres soñarán con una moneda propia, para devaluarla cuantas veces haga falta. En el Reino Unido, Escocia e Irlanda querrán desatar el nudo que les une a Londres. La falta absoluta de liderazgo y de proyecto trae la disgregación. Ahora ya tienen un modelo que imitar. Cameron actuó como un estúpido. Fiar la suerte de Europa a la aleatoriedad de las consultas populares es un gesto supremo de demagogia y frivolidad.