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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SÁNCHEZ, EN LA ESCUELA DE UGT

La visita de Pedro Sánchez, para intervenir en la Escuela de Verano de UGT, tuvo para el secretario general del PSOE la reconfortante sensación de verse apoyado por las bases socialistas del partido y del sindicato. El grito de una entusiasta militante, “Pedro, resiste”, recuerda aquel mensaje que mandó Rajoy a la mujer de Luis Bárcenas en el verano de 2011: “Al final la vida es resistir y que alguien te ayude”.
La idea de resistir tiene en la sociedad más aceptación que la de atacar, porque defenderse se considera legítimo. Cuando se examina cada situación en concreto, la premisa expuesta se ve que es falsa, pero nadie le puede quitar un halo épico a la idea de resistencia.
Las bases socialistas están del lado de Pedro Sánchez y su equipo. El líder del PSOE propugna algo muy primario, muy fácil de entender, y que conecta con los intereses y las emociones de todo militante: al enemigo, ni agua, y el gobierno para mi partido. Frente a esa propuesta, se alza una operación compleja de Estado, como es la entente del PP y del PSOE, tanto sea participando los dos en el gobierno o absteniéndose el PSOE para que gobierne el PP. No es nada fácil de asumir para la gente que milita en un bando.
MACHO ALFA
Ahora bien, la razón última del apoyo de las bases se debe a que el discurso de Pedro Sánchez no tiene réplica. Sólo hemos oído algunas palabras de los presidentes de Extremadura y Castilla-La Mancha a favor de una entente, pero sin explicitar los argumentos. Más allá del tactismo de los dirigentes socialistas, lo cierto es que ninguno de ellos se ha atrevido a enmendarle la plana al número uno. En el PSOE hay un respeto profundo hacia el macho alfa.
La discrepancia con Pedro Sánchez se sitúa en el rechazo a unas terceras elecciones, pero no se ha dado el paso de descalificar la pretensión del líder de hacerse con el gobierno en unas condiciones tan adversas como las que rodean al grupo parlamentario socialista.
Desde Gijón, Pedro Sánchez ha pedido a Podemos y Ciudadanos que aparquen sus mutuos vetos y que no se enroquen. Esa es la misma demanda que le dirigieron Mariano Rajoy y Albert Rivera durante el debate de investidura del primero. El dirigente socialista señaló que la suma de enroques y vetos produce “parálisis y enquistamiento”. Exacto. El enroque del PSOE y el veto de Sánchez a Rajoy nos han llevado al colapso actual. Un argumento de ida y vuelta.
En política el papel lo aguanta todo, pero no es consistente basar un discurso en peticiones que previamente fueron rechazadas por el que formula el discurso. Cuando se opta por seguir esa alternativa se corre el riesgo de que la gente interprete que no se busca el bien del país, sino la poltrona del poder; incómoda cuando es para otro, y válida y apetecible cuando uno la disfruta.
En la Escuela de Verano de UGT, Pedro Sánchez descartó que su partido vaya a ser cómplice de los populares. Una semana antes, en el debate de investidura de Rajoy, el líder del PSOE dijo que no se podían aliar con quienes se habían enfrentado. Ideas primarias que necesitan ser criticadas.
PACTOS Y TRAICIONES
En política, como en la Fórmula 1, todos se enfrentan con todos. Eso no quiere decir que no se pueda llegar a pactos. ¿No es Podemos un duro rival, cuando no descarado enemigo del PSOE, y Sánchez no tiene empacho en tenderle la mano? Tampoco se puede admitir que el acuerdo entre partidos de distinta ideología se pueda asimilar a una traición. Si se repasa la historia, todos los grandes y beneficiosos pactos en un país, o en la escena internacional, se han realizado por partidos o países gobernados por distintas ideologías.
Dejar gobernar a Rajoy, desde una oposición parlamentariamente mayoritaria, no supone ni sumisión ni cheque en blanco, sino desbloqueo y recuperación de la normalidad institucional.
En su intervención gijonesa, el secretario general del PSOE volvió a recordar que el “no” es “firme y claro”, y que ahora “está en manos de todas las fuerzas políticas encontrar una solución”. El asunto tiene su gracia: yo pongo la zancadilla y la responsabilidad del batacazo es de todos. Sánchez impidió investir a un candidato que se presentó en la Cámara con 170 escaños, así que le corresponde sacarnos del atolladero.
Llegamos al asunto central que evitan discutir los dirigentes socialistas: con un grupo parlamentario que no tiene ni el 25% de los escaños de la Cámara no se puede pretender presidir un gobierno porque lo último que necesita España es prolongar la interinidad.
Los dirigentes socialistas callan, con la excepción de Felipe González que propuso que los candidatos a presidente de los partidos no repitan si hay terceras elecciones.
El pasado domingo, 4 de septiembre, Juan Carlos Santos, ingeniero industrial y ex concejal gijonés del PP, escribió un artículo en EL COMERCIO (“¿Terceras elecciones? Vale, pero con candidatos diferentes”) en el que planteaba una modificación del artículo 99 de la Constitución, para que en el caso de que se materializasen dos investiduras consecutivas fallidas, los candidatos electos quedaran invalidados para una tercera elección. Felipe Gónzalez, muy astuto, copió la idea sin citar la fuente.

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