Sin el boato institucional que le dieron Pedro Sánchez y Albert Rivera al pacto de investidura del pasado mes de marzo -aun a sabiendas de que iba a quedar en nada-, el gobierno de los recortes y el PSOE de la gestora han llegado a un acuerdo que abre la puerta a la normalización de la legislatura. Los representantes del antiguo bipartidismo consensuaron una subida histórica (8%) del salario mínimo y el método para realizar el recorte de déficit público que pide la Comisión Europea; también acordaron el techo de gasto que supone una reducción sobre el actual. Un pacto sobre asuntos diversos que tiene la virtualidad de hacer frente a las exigencias del momento.
Es la primera vez desde que se inició el mandato que se abordan las cuestiones que no admiten aplazamientos. Ya sabemos cómo se va a acortar en 7.500 millones de euros la distancia entre gastos e ingresos. El gobierno de los recortes, en sintonía con el PSOE, no toca los gastos y apuesta por aumentar los ingresos, introduciendo cambios en el Impuesto de Sociedades (era obligado retocar ese tributo debido a la caída espectacular de su recaudación: no llega a la mitad de los ingresos que aportaba en el año 2007), subiendo el gravamen para el tabaco y las bebidas alcohólicas, así como poniendo una tasa a las bebidas carbonatadas; y con la discutible prohibición de hacer pagos en metálico que superen los 1.000 euros para evitar fraudes en el IVA: para qué queremos el dinero si no sirve para pagar. Me gustaría saber cómo Rufián, Iglesias, las confluencias y Bildu harían el ajuste de Bruselas. Probablemente negándose a hacer la tarea, siguiendo la pauta con que se estrenó Alexis Tsipras en el Gobierno de Grecia, para acabar realizando el mayor recorte de toda la Unión Europea tras ganar un referéndum en el que pidió el rechazo del pueblo a los recortes. Medalla de oro al engaño. Insisto en que sería interesante saber lo que harían ese grupo de siglas y personalidades, porque con ellas quería Pedro Sánchez lograr la investidura, al segundo intento, una vez que Ciudadanos se negase a participar en tan heteróclita alianza.
El Gobierno mostró sus preferencias a pactar con el PSOE porque le aporta los escaños suficientes para ganar las votaciones en la Cámara, cosa que no sucede con Ciudadanos. Lo más lógico y sensato es que el acuerdo alcanzado abriera las puertas a la negociación de los presupuestos. Todavía mandan las emociones: el PSOE siente vértigo.