Una de las fuentes principales de financiación de los partidos políticos proviene de los escaños que sacan en las elecciones generales. Alrededor del 50% de sus presupuestos procede del dinero asignado por la representación institucional. Cuando un partido logra un gran resultado en las urnas la alegría es doble: más poder en las instituciones y más dinero para la caja del partido. Ambas cuestiones repercuten en el personal de la organización, al aumentar el número de cargos electos e incrementar el número de personas contratadas por el partido. Los votos dan poder político y sirven de plan de empleo al crecer la nómina de trabajadores por cuenta del partido y aumentar el número de liberados. Cuando sufren una derrota en las urnas las consecuencias son inversas: menos gente colocada en las instituciones, menos liberados en el aparato del partido y menos empleados trabajando en la sede.
En los tiempos del bipartidismo, el presupuesto conjunto de PP y PSOE no andaba lejos de los cien millones de euros. La llegada de los nuevos partidos implicó una merma sensible de escaños, lo que supuso 6,6 millones menos para el PP y 4 millones menos para el PSOE. El PP pasó de los 186 escaños a los 137 diputados de la actualidad. Los comicios de junio aún le han servido para salvar los muebles, porque los 123 escaños del 20 de Diciembre de 2015 le hubieran supuesto una pérdida de 9,5 millones.
No me da ninguna pena el dinero que pierde el bipartidismo sobre los recursos que le llegaban cuando entre PP y PSOE acumulaban más del 90% de los escaños del Congreso de los Diputados. Tienen la ocasión de hacer recortes en su propia casa después de haber utilizado las tijeras repetidamente en las administraciones públicas. Tampoco celebro que los nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos) reciban partidas millonarias, ya que dudo que sirvan para mejorar su relación con los electores. El dinero de los votos sirve, sobre todo, para aumentar la burocracia de los partidos y hacer crecer su patrimonio inmobiliario. Por cierto, siempre pensé, y lo digo ahora, que un reportaje periodístico demoledor sobre los partidos políticos consistiría en mostrar con fotos las sedes que tenían en los años ochenta del siglo pasado y las que poseen actualmente. Sólo las afortunadas familias que recibieron los principales premios de la lotería conocieron una mejora en su patrimonio similar a la de nuestros partidos mayoritarios.