La rotunda victoria de Pablo Iglesias responde a dos causas. La primera tiene que ver con el órdago lanzado a las bases (“yo o el diluvio”, entendiendo por diluvio la renuncia a cargos orgánicos y el abandono del escaño), y la segunda está relacionada con la debilidad de la alternativa de Íñigo Errejón, al confrontar de manera radical con el máximo líder, pero sin atreverse a presentarse a secretario general. Carece de toda lógica confrontar en los cuatro documentos programáticos y en la lista a la dirección del partido y votar, luego, para secretario general a Pablo Iglesias. Lo que Errejón no supo prever es que a partir de determinado nivel de enfrentamiento la imagen del tándem se volvía contra él por incoherente. En el caso de que los errejonistas hubiesen ganado todas las votaciones, hubiera sido absurdo que con sus votos alzasen a Pablo Iglesias a la Secretaría General. En política, los mensajes que se lanzan a las masas, y los cientos de miles de inscritos a Podemos son masa (cada uno hijo de su padre y su madre, y con un nivel medio de madurez política más que dudoso), tienen que ser muy nítidos, porque en caso contrario la gente no los compra.
Lo que funcionó a la perfección fue el chantaje de Pablo Iglesias: me apoyáis u os quedáis sin padre. Un partido que tuvo su puesta de largo en las elecciones europeas de mayo de 2014 llevando como logo en la papeleta electoral la imagen de Pablo Iglesias, tiene tales vínculos emocionales con su líder que se pliega ante la primera amenaza de abandono. A día de hoy, hay una diferencia esencial entre los viejos partidos (PP y PSOE) y los nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos); en los primeros la organización, las siglas y la historia pesan más que el líder, en los segundos el principal activo político es su máximo dirigente.
El panorama queda despejado. Pablo Iglesias aplicará su modelo organizativo (centralismo) y su línea política de izquierda radical. Como es un animal político, tal como nos lo ha demostrado con el trato dado a sus rivales, del que no se libró ni su expareja, tratará de rematar al “errejonismo”, como hacen los buenos depredadores. Sabe que el hasta ahora número dos tiene una minoría significativa en el Consejo Ciudadano que puede hacerse muy visible con los próximos errores que cometa el líder. Al final, me conmovió que al mensaje de unidad añadiera la virtud de la humildad. A su lado, Rajoy, Rivera y Javier Fernández son monjes franciscanos.