En días como el de ayer uno se ratifica en la idea de que los asturianos somos unos afortunados. Fue una jornada gris sacudida por las decisiones judiciales. Sentencia antológica de la Audiencia Nacional sobre el caso de las tarjetas ‘black’, donde el sector de la toga establece diferencias entre el banquillo de los acusados creando tres categorías: «mayor reproche penal» para los administradores del banco que para los miembros de la comisión de control, y mayor para estos últimos que para los directivos.
En el caso improbable de que usted, amable lector, posea una tarjeta opaca, tenga cuidado de asumir riesgos comprando lencería femenina para quien usted ya sabe, porque antes de cometer semejante desliz hay que saber muy bien si esa tarjeta es de consejero, controlador o directivo. Los tribunales están por hacer distinciones, como nos lo demostró la Audiencia Provincial de Baleares, dejando viajar y residir en el extranjero a Iñaki Urdangarin y quitando el pasaporte a su socio de correrías, Diego Torres. Mismas acciones, misma responsabilidad, pero distinta suerte matrimonial.
Viendo las imágenes de la jornada a mí me quedó la curiosidad de saber lo que portaba Iñaki en la mochila cuando entró en la Audiencia. ¿Se había puesto en lo peor y llevaba los enseres propios del recluso o pleno de optimismo guardaba la última equipación deportiva para estrenarla en Ginebra?
Mientras por otras regiones se juzgan conductas execrables, los asturianos, a falta de carga delictiva, nos hacemos los finos y pedimos que la jueza del ‘caso Pokemon’ interrogue al presidente de la patronal de la construcción, y a su hijo, porque en los apuntes de la contabilidad de Joaquín Fernández (supuesto conseguidor de la trama Pokemon) aparece una anotación sobre una comida de Iglesias Caunedo, con el propio Joaquín Fernández, y la familia Abilio. Al parecer, de ser cierta la comida, podría estar relacionada con el retraso del Ayuntamiento en construir un equipamiento deportivo en el que participaba la empresa de Serafín Abilio. El patrón de la construcción dijo que no asistió a esa comida. Y yo me pregunto: ¿de haber asistido hubiera tenido alguna derivada penal? ¿Cuántas veces comen los alcaldes con empresarios que desarrollan proyectos en sus municipios? Estamos chiflaos. Como en Asturias no roba nadie, como no hay mordidas, como nunca pasa nada, nos entra el escrúpulo en el cuerpo y nos dedicamos a investigar de qué se habla cuando se come.