El homenaje a Miguel Ángel Blanco, en el veinte aniversario de su muerte, ha levantado una polémica política. Uno entendería que a Bildu, por ejemplo, le creara un problema la celebración de actos en memoria del concejal de Ermua asesinado por ETA. La relación de la banda de asesinos con el conglomerado de fuerzas de la izquierda abertzale que orbitaba a su alrededor se convirtió en materia judicial cuando Baltasar Garzón procesó a la cúpula de Batasuna –Arnaldo Otegi, incluido–, por pertenencia a organización terrorista. El resto de fuerzas políticas no debería tener ningún problema en organizar actos que honran la figura de un joven demócrata vasco que tuvo la valentía de representar a sus conciudadanos desde las filas de un partido, el PP, que estaba en la diana de los pistoleros.
La realidad, desdichadamente, es otra bien distinta. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, una persona que conoció tan de cerca la barbarie del terrorismo, ha negado el permiso para que se ponga una pancarta en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. Según ella, no está bien destacar a una víctima del resto porque se crearía un agravio comparativo. El razonamiento es enteramente falso, ya que multitud de veces, en todos los países del mundo, se ha concretado el homenaje a víctimas de cualquier tragedia en determinadas personas, sin que el resto se sientan ofendidas. Al contrario, de esa forma se encuentran representadas. No conozco una sola familia en España que haya sido atacada por ETA, y que vea con recelo los actos institucionales con motivo del vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel. Entre los familiares de las víctimas no hay envidias, todas participan de un dolor colectivo por 829 rostros ausentes.
Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, dice que tiene mucho sentido homenajear la figura del concejal del PP, pero que Podemos no va a organizar ningún homenaje, que eso es cosa de los ayuntamientos. El problema no está en lo que dice, sino en lo que calla. El partido que ha hecho profesión de las movilizaciones callejeras prefiere cruzarse de brazos.
Es un desastre que algunos partidos de izquierda tengan distintas tonalidades de respuesta según la modalidad de terrorismo que se trate. Hace cuarenta años, el Partido Comunista de Euzkadi, liderado por Roberto Lertxundi, era el más combativo con ETA. En Italia, el PCI de Enrico Berlinguer, era el principal enemigo de las Brigadas Rojas. Qué lejos queda todo.